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Inicio / Cuenteros Locales / DIEGO-MARIANA / Cuando a las 7 toque a tu puerta - (II)

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Mariana, amor mío:


Aquí también llevamos días de intensas lluvias tropicales, el ambiente en la celda huele a salobre, ayer se inundaron las estancias de las letrinas, un tufo nauseabundo e inhumano, nos hicieron salir al patio, me calé hasta los huesos pero al menos ventilé pulmones: el olor a tierra mojada me devolvió el recuerdo de una tarde bailando contigo en La Charca, ya sabes, la hacienda de don Pedro Riquelme, donde tú servías en la casa… Qué bonita estabas, Dios, con una orquídea prendida del pelo, risueña, enaltecida cuando te cogí por el talle de la cintura y me acaparaste con una mirada tierna y segura, mientras en la plaza sonaban compases lentos de acordeones. Entonces comenzó a llover. Y fue como si dos corazones germinasen a la vez.

Me ha llegado tu carta gracias a la providencia, aunque el sistema continúa siendo opresivo y despiadado. Ayer apenas nos dieron unos cuantos mendrugos de pan para comer por nuestra protesta en contra de la tiranía y a favor de la democratización y los Derechos Humanos. Se continúa pisoteando, ultrajando, torturando conciencias en pos del pensamiento único. Mas no te preocupes por mi suerte: mi colaboración con la revolución original, la idealista, la verdadera y auténtica, no pasa en balde. Para ellos soy un “desviacionista”, una oveja descarriada. Aunque me la hagan difícil e incluso imposible, mi vida no corre peligro. Tienen las manos demasiado manchadas de sangre como para ocuparse de un vulgar cartero cuyo único delito consistió en pensar por su cuenta. Muchos han dado la suya por eso. Quizá yo debí darla también en nombre de mis compatriotas, luchadores por la libertad y la dignidad humana. No lo hice, no tuve oportunidad de hacerlo, redactaba manifiestos, pasquines, proclamas enardecidas cuando nos dimos cuenta del engaño, la patraña ideológica. Pero yo sólo puse la cabeza tras quedar mal herido en una algarada callejera sin importancia. Y eso me arde por dentro.

Cómo puede cambiar la existencia propia o común en un momento: te veo bailando primaveral con tu vestido de organdí que te regaló la hija de los Riquelme, y te vuelvo a ver con un blusón masculino tiznado de negro por la grasa de la imprenta clandestina y el conato de la huída, ni tu mirada ni tu forma de besar ni el modo en que me hacías el amor eran lo mismo, todo grave y triste y apresurado o urgido como las persecuciones desatadas por un demiurgo maligno, igual que si esperásemos una muerte incierta o segura.

Distrae a Mariliz, procura que no se atormente con la desaparición del pobre Raúl, héroe y mártir de la resistencia que ofreció su vida por la nuestra, para no delatarnos: sácala de la obsesión, no permitas que su encarcelamiento físico se convierta en un infierno mental, ofrécele nuevas coordenadas, no permitas que extravíe el rumbo del sano juicio, aquí ya lo han perdido varios de tantas penalidades y tanto dolor.

Amor, quiero que me describas el lugar donde injusta y vilmente amaneces para habitarlo contigo en ocurrencia imaginaria cuando la soledad y el sufrimiento me acechen. Regalaré caricias tiernas a tu recuerdo vibrante para suplir tu ausencia, seré por un instante dichoso en un mundo rotundamente infeliz.

Estoy preso. No sé qué día es hoy ni me importa. Indago en el pasado y sólo encuentro tu amor.

Te amo.

Diego

Texto agregado el 19-03-2007, y leído por 102 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
21-03-2007 Uau! y yo que encima andaba medio triste, son unas cartas preciosas. sigrid
19-03-2007 Excelente, Diego!!! :) Ufa, ya me leí las dos, tendré que esperar hasta mañana. Porque mañana vendrá la respuesta, noooooo?? chantal-deveraux
 
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