Y si tocan el cello con una astilla
tuerce la boca en mueca de horror que desmaya,
desfallece y recuerda sus tierras, sus edificios, castillos,
de música de oboe, traje largo y lenguas muertas,
de procesión de verbos extensos y figuras complejas,
cadáveres a la orilla del camino, bajo los laureles,
bajo las sillas, los trenes, las hierbas, margaritas,
girasoles, crisantemos y jazmines.
Y si tocan la viola con un pincel de pelo de marta
se transfigura su figura, de figura y fondo
en alma, espíritu-máquina que crea lo indecible
y recocina lo ya recocinado para orgullo de muchos
palmoteos en la espalda desnuda llena de cicatrices
viola la viola al violoncelo
Y si tocan las hojas del árbol-libro-oficio
triste queda al salir el sol, la esperanza
y cuando llegue otoño las hojas caerán
las violas, los cellos y violines
clarines de noche-luz, lazos azules que se elevan
por sobre todo, árbol-libro, murallones en cruz
pretensiones del bosque, animales que mascullan
hoja-viola, cello-niño, grillos-relojes
tiempo, siempre, viola, árbol, nunca.
Viola olvida la vida, que ya olvidé
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