Así me imagino mi viaje, no sé si arriba o abajo, no soy tan bueno como para decir o afirmar que mi viaje va a ser en ascenso pero bue...
(((((Espero que les guste el paseo.
(((((ah!!! y recuerden bajar...
(((((Recuerden:
(((((USTEDES QUÉDENSE.... "¡ESTE ES MI TREN!")))))
Aún recuerdo el tren, aunque ya mi edad me ha revelado los secretos de mi tren fantástico de la infancia, Yo me atrevo contra la verdad y sigo subiéndome a “ese fantástico” que me traslada a cada etapa de mi vida, que me traslada a mi niñez.
Recuerdo tener seis o siete años y estar parado en el andén, junto a mi viejo, esperando “EL TREN”, en una madrugada de invierno. Un poderoso haz de luz cortaba esa cortina de niebla que se levantaba por sobre los rieles y ya, "esa luz", era de otro planeta, acá no existía luz tan poderosa en la noche. Y esa luz asustaba, era tan pero tan incandescente que no se podía calcular la distancia que se encontraba. Pero mi viejo se daba cuenta lo que me sucedía porque, él, me tomaba con su mano derecha por sobre mi hombro y me abrazaba a su pierna o me alzaba en brazos... y el miedo desparecía.
Era el tren que se acercaba al andén y el tren no era de este planeta.
La gente comentaba que el tren alcanzaba una velocidad de cien o ciento veinte kilómetros por hora. Una velocidad sideral, inimaginable a mi edad.
El ruido que traía consigo mismo “el tren” era también incomparable, él los podía producir, solo el tren, en cada ruido, parecía repetir a voz alta, ESTE SOY YO “EL TREN”. Solo el tren podía asustarme tanto, pero por suerte siempre siempre estaba mi viejo junto a mí.
El viaje no iba a ser el viaje mas largo del mundo, porque al subir ya había quienes viajaban de más lejos. Pero para mí, el viaje comenzaba, junto a mi viejo, y comenzaban miles historias de cientos de pasajeros. Y comenzaban mil fantasías de ese niño que era viajando en tren.
El traqueteo, el ruido, una puerta que se abría, una ventana que dejaba entrar el frío. Parecía que el tren era un castigo, o castigaba, pero no importaba, era mi viaje fantástico, era mi viaje a lo largo del mundo, era el viaje más largo del mundo. Además, si algo no me dejaba soñar o fantasear, así fuese el ruido o el frío, siempre siempre estaba mi viejo, arropándome, dándome abrigo.
Llegar a destino era hermoso. Una Estación Central llena de maquinarías de sueños. Para cada uno de los que allí se encontraban “el tren” tenía significados diferentes: Para ese hombre de saco y portafolios seguro que el tren era solo eso un tren. Para esa pareja de novios, solo un paseo, un pasatiempo. Para el maquinista, el tren, era un pan, una comida en la mesa. Para ese mendigo era una casa, un colchón o una iglesia. Para mi Pá seguro que era lo mismo que era para mí.
Aún recuerdo el tren... "aunque digan que ya no pasa".
Yo siempre que puedo me llego al andén para verlo venir con su luz, con su ruido, con su velocidad.
La verdad es que no para, pero yo soy perspicaz y me doy cuenta que pasa mas lento y sé que en algún momento se va a detener sobre los rieles, justo en esta estación, para que lo aborde con mis maletas llenas de fantasías, con mis maletas de sueños.
Ya, a mis sesenta, estoy aguardando a hacer mi viaje mas largo, el viaje mas largo del mundo, y sé que va a ser en tren.
No digo que no tengo miedo a subir. Creo que todos tenemos miedo, no? Lo importante es que fui y soy feliz, lo importante es que creo dejar “esta estación” más bella.
Acá, ahora, se detuvo “el tren”, y tengo miedo.
Está estático, esperando que yo aborde, y tengo miedo.
Alguien, desde ese vagón, me llama.
Ustedes quédense. Este es mi tren
Tengo miedo, pero al abordar vuelvo a mi niñez.
Al subir veo que hay un pasajero que me llama, y es mi viejo, ¡Que suerte viejo!.
Y ya no tengo miedo
en mi viaje (feliz)
en el viaje más largo del mundo
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