Como tantas otras mañanas…
¿Discriminación racial?
A principios de Marzo del 2007, como tantas otras mañanas, adquirí en un estanco el diario español el País. Dado que me es literalmente igual empezar a hojearlo por la última página que por sus titulares, de forma ingenua y frontal, choqué con la columna publicada en su reverso por la periodista Bárbara Celís. Y lo que para mí se perfilaba como un airoso día más, se trocó en algo de un matiz execrable y con un consabido efluvio a injusticia. No obstante se manejaba de forma confusa un vocablo que detesto y suele ser señalado como: “Discriminación racial.”
La columna que logró perturbarme, empezaba así:
“En el país de lo políticamente correcto a veces las palabras cuentan más que los hechos. Poco importa que el racismo en Estados Unidos siga siendo un problema real, que se refleja en estadísticas que informan de que el 24% de la población negra es pobre frente al 8,6% de la población blanca o que sólo el 18% de los negros tiene acceso a estudios universitarios frente al 34% de los blancos. De momento, en ciudades como Nueva York, la solución a las desigualdades empieza por el lenguaje. Desde esta semana decir Níger: es decir NEGRATA, está simbólicamente prohibido.”
ÉSA, es la expresión maldita con la que históricamente los “blancatas” (apréciese lo burdo del agravio) nos referimos despectivamente a los esclavos negros, y que ha permanecido en el idioma anglosajón como el peor insulto que se le puede espetar a un ciudadano de esa raza. Ahora, por decisión suprema de la corte, ese vocablo debe desaparecer del vocabulario de los neoyorquinos. Así ruega, dispone y ordena, aquel Ayuntamiento a través de una resolución aprobada el pasado 28 de febrero. Con ella culmina, entre otras, la campaña iniciada por una “pueril” (y con seguridad adinerada pareja) del barrio de Brooklyn, preocupada por el efecto que el uso de la palabra tiene en los niños de color.
Naturalmente la periodista no menciona de qué raza es el dúo del barrio de Brooklyn, tan intranquilo por el pernicioso efecto que la insinuación de dicha “expresión” pueda tener entre los jóvenes negros. No importa, lo suponemos; resulta casi obvio. Hay un noventa y cinco por ciento de posibilidades sobre cinco, de que NEGRATAS no serán. Tampoco encuentro razonable prohibir el uso del lenguaje, se de en la terminología que se de, y sobre todo, en estados libres y supuestamente liberales.
En efecto, produce pena e incluso irritación, comprobar como la nación que dice ser “la más ejemplar del mundo” progresa en su lucha por mejorar las libertades, rompe moldes y avanza, con titubeantes pasos de cangrejo, en su afán por mejorar y superar la barrera del racismo.
Desde luego, el camino ideal para erradicar esta lacra no es poniendo cortapisas a ciertas actitudes, o elevando muros, sino aprendiendo a construir un mundo sin barreras, conjunto, justo y solidario.
Sin embargo, no caigamos en el error de pensar o creer que EEUU es el único que padece graves problemas raciales. Por desgracia la “manzana podrida” gira en torno al mundo en proporciones que se extienden paralelas a ciertos grados de pobreza, incultura, bases de escolarización y también a los movimientos migratorios de las poblaciones.
Como español, si echo un vistazo a la situación actual en mi país, me encuentro con un panorama francamente vergonzoso y sobre todo desolador. España se ha convertido en el objetivo al que muchos emigrantes recurren para tratar de reiniciar vidas, que sobre todo, ofrezcan una nueva posibilidad de futuro. Los recién llegados, sostienen: “Aquí encontramos trabajos mejor remunerados.” Lo malo es que no sólo se encuentren con eso. En primer lugar, nada más venir, hallan la incomprensión y el recelo de los nativos quienes a su vez, sostienen: “Vienen a robar y a quitarnos los puestos de trabajo.”
Dos afirmaciones que pueden ser ciertas y a su vez no tienen porqué serlo.
Por lo general, el emigrante suele ser de talante emprendedor y por ello busca y se adapta enseguida a cualquier clase de trabajo. Y como en sus países de origen su labor está infravalorada – la nación o bien se halla en guerra o en grave crisis económica – aquí, hacerlo por una miseria, suele parecerles suficiente.
En cuanto a nosotros, advirtiendo su frágil situación, primero, los explotamos y a continuación los vejamos mediante el uso de algunos estólidos insultos como estos: “negratas, indígenas, polacos, ladrones y…” ¿alguien da más? Cuando sin embargo resultan ser puntal de nuestra economía actual y, a la vez, quienes se encuentran realizando las labores más ingratas de nuestra sociedad.
Nos alejamos de ellos. ¿Por qué? Porque no nos gusta ¿su negra piel? ¿Y qué opinan ellos de nuestra hermosa blancura? No... Nada es cierto. ¡Sólo son trivialidades! Lo que en realidad evitamos es el “Miedo a lo desconocido.” En lugar de tratar de entender y profundizar en sus costumbres preferimos permanecer arrullados, componiendo una tribu sumida en nuestra privativa barbarie, a la cual le resulta mucho más sencillo continuar recluida en el interior de su oscura caverna que recibir como nuevos amigos a los menesterosos recién llegados, hacerles espacio, y ayudarlos a desenvolverse en nuestro ámbito. Así pues manifestamos: ¡Qué tipos raros y retrasados! “Esa, sí es la base que induce al verdadero racismo “: ¿Raros… retrasados? Y me pregunto: ¿no nos habremos mirado nunca en un espejo a ver si resulta ser que los raros y retrasados somos nosotros?
A día de hoy solo veo una forma de romper con estos necios tabúes. Está claro, hay demasiados adultos sellados a fuego por el triste estigma del racismo, y con quienes poco o nada se puede hacer ya. Luego ¡comencemos desde las bases! De hecho, el tema se lleva a cabo en algunos países de habla hispana con relativo éxito: Cuba, Brasil, República Dominicana, Colombia etc. Chicos blancos, negros, hindúes, orientales, indoeuropeos, habrán de acudir a colegios mixtos desde su infancia y recibirán una educación libre, justa y exacta. Sin hacerlos olvidar nunca sus raíces. Pero cuidando que esas mismas cepas sigan frescas y puras y no se conviertan nunca jamás en adustos bloques de cemento frío, obsceno e inabordable. Sólo así, y ante todo, por supuesto, mediante efectivos sistemas educativos, en un par de décadas podría invertirse el fatal signo internacional. Naturalmente esto sólo será posible realizando el esfuerzo que nunca hemos hecho.
Puedo percibirlo. Eliminar la discriminación racial es un frente muy importante; tal vez el más significativo para el futuro de la humanidad. ¿Lo emprenderemos ahora o seguiremos contemplando como el panorama se desmorona ante nuestras narices? Francamente, y por el bien de nuestras sociedades, me gusta creer que así habrá de suceder...
21 de marzo
Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial
José Fernández del Vallado : Josef
Madrid, marzo de 2007
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