El armario estaba solo en medio de la pared central de la sala comedor. Ahí, al centro, enmarcado como en un mar rojo, se erguía con sus pequeños cajones, con sus esquinas, y se sostenía a duras penas en cuatro patitas enclenques.
Te acercas al cajón superior lentamente y con precausión. Primero, tienes que asegurarte de que no hay nadie viendo. Mucho mejor, en este caso, si no hay nadie en la casa, o incluso si los vecinos salieron de vacaciones: Esto eliminaría impredesibles posibilidades de que los hechos no se guarden solo en el recuerdo.
La vestimenta no importa. Incluso unos dias sin bañarse vendrían bien para mejorar la cuartada. El pelo puede estar alborotado, la barba confusa y mejor, con ojeras.
El cansancio es el estado por exelencia. Siempre cansado, se cumplirá el objetivo.
Entonces, el pequeño cajón superior ya está frente a ti, a un simple estirón de brazo. Revisas en tu memoria si todos los anteriores objetivos han sido completados, esta es tú última oportunidad de volver atras para corregir un error. La carta a la prima platónica, los mails a los amigos, el gato muerto y las manchas de sangre en la pared de tu cuarto, la puerta de la casa cerrada y la llave en tu estómago. Solo falta la parte final.
Cojes las manijas y jalas con delicadeza. No muy abierto, solo hasta la mitad. Introduces tu mano izquierda y levantas el falso piso. La mano derecha debe comenzar a moverse sola y lo hace. Entra debajo de la apertura y encuentra el objeto. Lo coje entre los dedos, todavía con temor. Ya está en tus manos. Deja el cajón abierto, así está bien. Alejate y sientate en el sillón que te espera; no observes el objeto hasta que te hayas acomodado en él. Luego: míralo. Introduce tu mirada por todas sus cavidades, primero las más pequeñas, las más escurridizas, revisalo y hazte parte de él, déjalo ser parte de ti. Habla con él y dile lo que quieres, convéncelo de que actue en tu favor, que no falle, que no dude. Una vez que lo haces, mira al frente: saluda la foto de tu héroe favorito levantando el brazo derecho con fuerza. Quedate unos segundos así y comienza a cantar. No bajes el brazo por ningún motivo. Una vez terminado el canto, vuelve a cojer el objeto que estaba en tus piernas esperando tranquilo a que terminaras con tu ritual. Ya estás listo. Coje con fuerza el objeto y ponlo en frente de tu cara. La parte más larga, la cavidad más honda y profunda, la única que no has visto aún, la que dejaste para el final, apóyala entre tus ojos y podrás gozar de la vista por un segundo. Luego, dispara.