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Con tu puedo... Cap 20.
Ensayo

A las diez y media la sala está casi llena, todos esperan el estreno. Atanasio ha llegado para ver a su compadre actuar, está al lado de Jesús el otro amigo del quinteto que llegó en el mismo enganche. Sonríen y bromean.

Al teatro llega una mujer escoltada por dos niños, ha de medir un metro con sesenta y cinco centímetros, morena, ojos claros, cabello muy negro y tan liso como negro. Su rostro evidencia la mezcla de españoles o europeos con alguna de las etnias del norte chileno, ha de frisar los treinta y cinco. Una falda de tela negra con inocentes flores en tonos grises esconden sus piernas; la falda se apega a sus caderas de manera tímida. Una blusa algo más clara que la falda, hace evidenciar un par de senos generosos. Es Lastenia, viuda desde hace más de cinco años. Cuando su marido murió en el accidente, la compañía aceptó que ella se quedase en el campamento. Es hábil costurera, confecciona los vestidos a la mayoría de las mujeres del lugar.
Después del accidente, nadie la ha visto con hombre alguno, con algunos varones coquetea, inocentes devaneos que la hacen sentir viva.
Hace unos meses ha comenzado a mirar al mayor de los hermanos Aravena, este también la mira y no llega más allá, siente timidez ante ella, pero también siente que la quiere. Lastenia le ha invitado a almorzar luego del ensayo. Francisco a pesar de ser alegre y dicharachero, también se le tiene por un hombre serio y además con la timidez propia de alguna gente de este pueblo.

Cuando Pancho llega a la sala, mira todo el entorno hasta que encuentra la figura de la mujer. Para ir al teatro se ha cambiado de ropa, se le ve bañado y rasurado, su bigote ha desaparecido. Se ve más joven de los treinta y ocho que tiene, quienes le conocen se sorprenden. Francisco pide permiso para sentarse al lado de Lastenia, la mujer le hace un espacio en la banca, la hija de la viuda sonríe, el niño mira extrañado.

—Buen día señora Lastenia.
—Buen día Pancho.

A Francisco se le atragantan las palabras, un calor inmenso recorre sus mejillas. Recuerda las palabras de Julia en la cantina. ¡No jugar con la viuda!

—Se le ve algo distinto sin bigote.
—A veces hay que cambiar algo, usted está hermosa

—Gracias, Francisco.
—¿Cómo te llamas? – Pregunta la hija de la viuda.

—Yo, me llamo Francisco
—¿Cómo te dicen?

—Me dicen Pancho. ¿Y usted, señorita hermosa, como se llama?
—Alicia me llamo, me dicen Licha

—¿Cómo le puedo decir yo, señorita?

La niña le mira con alegría propia de una niña de cinco años.

—Como usted quiera decirme. Alicia, licha y también puede decirme niña.

Lastenia, bajó la cara para que no se le vea la roja de vergüenza, ante la salida de la hija, no dice nada, Francisco mira a Lastenia, sonríe también acongojado, atinando a decir solamente.

—No se preocupe es una linda niña. – Dicho esto, acerca su boca al cabello de la niña otorgándole un dulce beso en la cabecita.
—Gracias, Francisco – le dice Lastenia-

La niña se acerca al lado de Francisco quedándose allí, sus ojos brillan de felicidad, no sabe bien de qué, pero ese hombre tiene algo especial.

—Francisco
—Dígame, señorita.
—¿Tienes hijos?
—No, mi niña, no tengo hijos.
—Ahhh –dice la niña – otra sonrisa surge de su rostro infantil.

Se acercan las once de la mañana, hora que debiera iniciarse el ensayo. El director de la obra, Juvencio, se pasea nervioso, quienes le miran piensan es de preocupación por la función. Comienza a templar la guitarra, se para y camina, se acerca a Ernesto Aravena, le habla al oído, este le indica hacia donde está Pancho, Juvencio se dirige al hermano mayor.

—Don Francisco.
—Dígame, señor director.

—Pancho, me falta un actor para iniciar el ensayo, como es para la fiesta del casamiento de la hija de Don Fernando Gómez, queremos hacer algo bonito. Me han contado que ustedes cantan cueca, ¿sería posible que canten una ahora, mientras llegan los actores?

Francisco ha recibido todos los mensajes en un solo instante.

—Pero en que topamos, si mi hermano quiere, allí le cantamos una cuequita. Ojalá lleguen luego los actores. No tengo los instrumentos a mano, pero algo inventamos.
—Está mi guitarra, Don Francisco

—Mi hermano la hace cantar. ¿Me permite señora Lastenia?
—Pero, faltaba más, adelante, va ser bueno oírle cantar.

Juvencio subió al escenario, pidió silencio, explicó e invitó a los hermanos Aravena a cantar una cueca.
Atanasio está sentado en la mitad. Cuando los anuncia Juvencio, no entiende nada, mira hacia atrás y ve caminar sonriente al mayor. Cuando pasa frente a él, le saluda con un movimiento de cabeza. El rostro de Atanasio cambia, de la confianza anterior, surge el miedo, un miedo casi infantil, un miedo terrible, de pesadilla, presiente el final de sus traiciones. Después del ensayo irá a conversar con el guardia y tratará de irse de la Oficina.

De pasada Francisco pidió un par de platillos de té, los colocó entre sus dedos. Su hermano comenzó a rasguear las cuerdas, las notas emergieron alegres de la guitarra, la cueca comenzó a dibujarse en todas las notas, Pancho comienza a hacer sonar los platillos siguiendo a su hermano. Pocos han visto y oído cantar a los curicanos, la alegría resuena dentro del teatro.

Échale caliche al chancho
Que el cachucho está derripiado;
Los chancheros están tomados,
Los derripiadores curados.

Échale calichito
Échale luego,
Y así los chancheritos
Agarren fuego.
Agarren fuego ¡sí!
Yo no me asomo
Porque me toca el pito
El mayordomo.

Toca el pito, llavero
Tócalo luego
.

Todos sonríen con la cueca cantada por los hermanos, que muestra parte de la producción del salitre y del gusto por el vino de sus trabajadores. Cantaron otras, luego de quince minutos bajaron recibiendo una cerrado aplauso.
Un par de nuevos artistas habían sido encontrados por Juvencio. Subieron otros al escenario, cantaron y recitaron. A las doce, Juvencio pidió silencio y anunció la obra Flor de un día, que se presentará completa como ensayo con público.

Comenzaron a subir los actores y actrices, cumpliendo cabalmente cada cual con su papel. Cuando le correspondió aparecer a Alamiro, hubo otro aplauso a pesar que su papel era secundario, correspondiéndole no más de cinco minutos de actuación, pero, el héroe es el héroe.

Mientras eso ocurre en el teatro, José e Inti caminan rápidamente hacia el campamento. El que haya ensayo hace que su llegada no sea vista, todo el pueblo está en la sala, José entra en su casa, se lava, peina, se cambia de ropa y sale hacia el teatro, lo mismo hace Inti en su casa. Entran casi juntos cuando se va a iniciar el segundo acto.
Juvencio los ve ingresar y su tensión baja. Inti se reúne con varios de sus paisanos y José se sienta al lado de su mujer. María tiene un pañuelo en su mano, está totalmente arrugado de tanto apretarlo, arrugado y mojado. José Manuel, le toma la mano, se la aprieta y besa suavemente en los labios.

—Todo está bien, amor, todo.

Ella no sabe si reír, llorar o darle una palmada en el rostro, tan sólo atina a cerrar los ojos y colocar su cabeza en el hombro de este hombre a quien ama tanto, hace tantos años. Deja pasar un minuto y, le da un pellizco en las costillas que lo hacen retorcer de dolor,

—Perdona, amor, todo es mejor en el mundo hoy, todo, perdona.

María, le mira, ordenándole el cabello aún rebelde. Ambos sonríen. En la lejanía Juvencio al ver el rostro apacible de su compadre, también sonríe, curiosamente no ha visto al jefe de los guardias, cosa extraña.

Cerca de las tres de la tarde termina la fiesta en la Filarmónica. El aplauso es general y de pie. Los jóvenes actores y actrices mostraron un gran dominio de escena, leguaje impecable, suave y delicado, nada estuvo fuera de lugar. El director miró todo con suma atención, escribió en su cuaderno una serie de notas, son las fortalezas y las ausencias que aún hay. Una vez terminado los aplausos, las actrices invitaron al maestro Juvencio a subir, este se colocó a un costado, fue aplaudido con mucha alegría y fuerza.

Luego la gente comenzó a abandonar el teatro. Esa tarde no habría Filarmónica. María salió del brazo de su marido, iba radiante. Quién también iba feliz era, Alicia, la pequeña hija de Lastenia. Cuando hubieron salido, la mujer preguntó, ¿va a ir a almorzar con nosotros?

—Por cierto – dice Francisco.
—Le esperamos en una media hora.

—Gracias – reitera Pancho
—¿Francisco sabes donde vivimos? Si no sabes, yo te muestro la casa, ¿cierto mami? – dice la hija de Lastenia.
—Hija, él sabe.

En una esquina está Julia, mira en derredor y ve a todo el mundo. Tan solo falta uno que no apareció, el jefe de la guardia, quien siempre se da una vuelta cuando hay mucha gente, le ayuda a mirar y mostrarse para causar algún grado de temor en los asistentes. Le alegra ver la cara de felicidad de la hija de Lastenia, quien pareciera se encariñó con Francisco Aravena, este al verla le espera para ir a la cantina a buscar su engañito para esos dos niños.

—Señora Lastenia, debo pasar por la cantina, voy a irme con la Julita y más tarde estoy en su casa.
—Bien, Francisco.

Pancho se fue caminando con Julia, fue una caminata tranquila. También estaba nervioso por la ausencia de su amigo José, cuando lo vio, el alma volvió a su cuerpo.
—Julita, todo salió bien hoy.
—Espero que lo de esta tarde sea aún mejor para ustedes.

—Sí Julita, no le cuente a nadie, pero de la madre estoy enamorado y la niña me roba el corazón. Si todo va bien hoy, iré a Iquique a conversar con Don Reca, a él se la presentaré, lo respeto más que a mi papá.
—¡Hay niño!, Esto es más serio de lo que yo creía.

—Sí, compañera, es muy serio, ya es hora, se lo dije esta mañana.
Se fijó que ese niño del Atanasio, se enfermó cuando me vio cantar la cueca. Mañana voy a charlar con él, en todo caso antes le cuento a José, él me dirá que hacer.
—Muy bien hecho, ¿sabes lo que conversará Alamiro con el Administrador mañana?

—No, Julita, es un misterio, pero, nada malo ha de ser, ese niño tiene buenas ideas e intenciones, hay que confiar en él.
—Sí, sí el fin de semana próximo iremos a Iquique, parece que viajaremos en familia, me gustaría ver la cara de Don Lucho. Me le hace que vamos a tener que cuidar mucho a Alamiro en estos días.

Alamiro fue invitado a almorzar por Mariana, caminaron del brazo hacia la casa de la Familia de José Manuel. Al ingresar los jóvenes fueron felicitados por los padres, El dueño de casa buscó una botella de vino, buscó algunas copas, les miró y les dijo:

—Hoy es un buen día, el ensayo fue bueno, me alegra por ustedes ya que podrán demostrar a los que poseen el dinero que aún siendo gente pobre, podemos hacer cosas importantes, gracias por ello.
Nuevos acontecimientos se van a producir en la Oficina. Usted Alamiro ha de cuidarse más que antes, dicen que mañana usted tiene una reunión con el Administrador. Alamiro, no sé que va a conversar con Fernando, pero, le voy a entregar un consejo, trate de nunca ir solo a una entrevista con ese diablo y con ninguno de ellos. Luego alguien puede decir que usted entregó algo, que se ha vendido, incluso pueden lanzar un rumor desde dentro de la administración, espero me comprenda y no se moleste.
—¡Papi! Pero yo estoy un poquitico enojada ya que usted llegó al segundo acto, mi madre estaba nerviosa.

—Hija, tuve que hacer algo importante para todos, hicimos una jugarreta y nos reímos mucho. No me pregunten dónde andaba por favor, así que vamos a hacer salud por el futuro.
¡Salud!
—Salud, dijeron todos.

María fue a la cocina y puso a calentar las ollas. Pasaron al patio ubicándose cada cual en su lugar.

—Don José, no quería contar nada hasta después de mañana. Discúlpenme la ropa, la mandé lavar y planchar para mañana. No había pensado en lo que me dice, no volverá a ocurrir eso de ir solo.
Ese señor ha estado tratando de comprarme, no le he dejado nunca la cabida para eso, ya que sería luego cobrado de manera muy cara. Mañana voy a pedir se haga una pequeña escuela en la Oficina. Diré que sé que en otras Compañías hay escuelas con maestras y maestros enviados por la Intendencia. He pensado que, no se puede dejar que los niños salgan tan ignorantes, le diré que sería una buena cosa se inicié como regalo por el casamiento de la hija.
Eso es lo que pediré mañana, nada más, nada para mí.

María, mira a su yerno y suspira, se le alegran los ojos y a la vez se le llenan de agua, Mariana aprieta muy fuerte la mano de su novio, José Manuel mira al joven con admiración y respeto.

—Harto difícil, que Fernando diga que sí, pero, él Administrador tiene temores, ha mandado a esconder los cepos, a lo mejor por solo algún tiempo. Esa tierra que trajeron no se para qué es, pero, se me hace que usted también tuvo que ver, algo me dijo Juvencio. Esperaremos mañana a que termine esa reunión.

—¿Quién le dijo de la reunión?
—Un amigo, Alamiro, un gran amigo, el mismo que le robó los huevos al águila, regresando unas cositas que usted había guardado, en una esquina del rajo.

Alamiro, mira la cara sonriente de José Manuel, no dice nada, tan solo se rasca la cabeza. La madre de Mariana comienza a servir una deliciosa cazuela.

—Alamiro, creo que su amigo Atanasio se va a ir luego de la Oficina, hoy nos prestó un servicio inestimable, está con mucho miedo.
Gracias Alamiro, gracias por pensar en los niños del campamento.
—Si algún día nos casamos, quisiera que mis hijos se eduquen. Con el paso del tiempo, con cada cosa conquistada para todos, habrá mayor bienestar para mí y mi familia.
La Julita me ha invitado a Iquique, me ha dicho que hay un señor – Don Reca, le dice ella – que desea conocerme ¿Sabe algo usted Don José?

—Algo me ha dicho, es un gran hombre ese, un obrero que sabe mucho, estuvo en Europa hace unos años, ha venido por acá. Si la Julita le invita, tenga confianza, ella es una mujer increíble, no se la imagina usted.
—Gracias. Iremos uno de estos domingos, ya me avisará.

Curiche
Marzo, 20 de 2007










Texto agregado el 18-03-2007, y leído por 367 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
03-06-2007 muy bueno, muy bueno. sigo la lectura. mis 5* salambo
10-04-2007 Que gusto es ir conociendo a nuevos personajes, casi parece que uno estuviera ahí mismo, escuchándolos y hasta viéndolos. Tus descripciones son muy buenas, a veces irónicas, y siempre nos das una pista, por si acaso no hemos comprendido las alusiones tácitas. Y que lindo y natural es el hablar de Alicia, si me parece estar viéndola! Ademas ya se acerca el momento de conocer a ese tal don Reca... loretopaz
25-03-2007 muy buena la historia, los romances y lo que se supone que esta por suceder.***** tequendama
21-03-2007 Es una trama súper emotiva, dulce, apasionada y tierna. El amor entre Pancho y Lastenia es pintado con una belleza sublime indescriptible, así como el amor entre María y José Manuel; igualmente el idilio entre Alamiro y Mariana. La presencia y actitud de la niña Alicia nos atrapa por su simpatía, inteligencia y dulzura. Es un capítulo de una pisada firme en un fuerte escalón. Los protagonistas respiran de satisfacción y optimismo. Hay buenos planes, están unidos, tiene la esperanza de un futuro. ¡Me fascinó! Curiche eres genial!! ***** SorGalim
19-03-2007 Muy buenas las ideas. Sin embargo, observo que en ciertos momentos las oraciones demasiado largas hacen divagar al lector. Pienso que el asunto es tan interesante que triunfa sobre ese detalle. ***** Catacumba
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