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El elevador se detuvo de golpe, lo que nos hizo saltar y caer al piso. El número en el monitor era el 19. Con trabajos me levanté del piso.
Había marcado la planta baja en el tablero del elevador la planta baja, y el elevador, en vez de comenzar a bajar subió velozmente hasta el piso en el que nos encontrábamos. No había movimiento, solo ruido, un sonido de lámpara de neón zumbando, un ruido de maquinaria trabada, como el que hace una máquina de reproducir cassetes descompuesta y nuestras respiraciones.
Arriba, colgando del techo había una cuerda, la tomé y comenzamos a jalar, el elevador comenzó a subir de a poco en poco, había una o dos personas ayudándome a jalarla. Con todas mis fuerzas jalaba la cuerda y el elevador subía y subía. Ahora había más y más personas jalando la cuerda. Así que la solté y ellos continuaron jalando, hasta que llegamos a la planta baja.
Abrí la puerta del elevador y una multitud ovacionó el logro desde el interior del elevador, luego, había dos personas dentro del elevador, uno de ellos dijo-hasta luego, que pase buena tarde- oprimió el botón para cerrar la puerta y el elevador cerró.
Me dirigí hasta una habitación de un color viejo. Entré y miré a mí alrededor.
Un montón de cuadros, fotografías y paredes desnudas. Giré y giré mirando y mirando las inagotables paredes, tenia que encontrar lo que buscaba.
A una distancia considerable de ahí un hombre camina con un espejo viejo en el brazo, es un gran espejo de un metro de ancho por 46.8 centímetros de largo. Tiene un marco de madera de pino, pintado de café con un barniz marino desgastado, y esta desalineado y un poco roto, no el espejo, si no el marco.
Este hombre con su espejo camina entre las casas del puerto y la gente lo mira pasar. Tiene una gran chamarra verde militar, es completamente clavo y es grande, es un hombre muy grande. Por esto no puede evitar las miradas atentas de los curiosos, que le examinan atentamente.
Yo debo encontrar e este hombre, no debo permitir que haga lo que hará; pero no sé que es lo que él hará.
Por fin me detengo. El agujero en la pared, deja la vista clara hacia el mar. El agujero en la pared, deja caída libre hacia el mar. Es mi oportunidad.
El hombre camina en el muelle, los marineros lo miran con desprecio, el sol se esconde tras las nubes y las mujeres le evitan la mirada, pero de todas formas el no mira a nadie.
No muy lejos de ahí una mujer corre desesperada hacia el muelle, ella también lo sabe y se comunica conmigo –estamos cerca – me dice, pero yo pienso que no. Ella debe darse más prisa, yo también tengo que estar ahí.
El agujero en la pared… Salgo por ahí, caigo al agua, hay unas enormes olas provocadas por mi caída, y comienzo a correr sobre el agua, rápido, más rápido; cada vez más y más rápido, mis pies entras en el agua, a veces tengo que nadar un poco para retomar la velocidad, pero la mayor parte del tiempo voy corriendo sobre el mar, subiendo y bajando olas, a una gran velocidad y ahora alcanzo a ver la playa.
El gran hombre calvo con el espejo esta ahí, en la playa, en la arena. Coloca el espejo con el marco desvencijado en la arena a unos pocos metros del mar, y se mira a si mismo en el viejo espejo. Saca un sobrero de pescador de su abrigo verde y se lo pone en la calva cabeza. Camina unos pasos debajo del espejo y se recuesta ahí, cierra los ojos. Él esta listo…
Yo corro aún más rápido, ya sé, ya lo sé… son las olas, ese es su plan. De un momento a otro una ola más fuerte y…
Ella también corre, la mujer corre, ahora ella esta en el muelle, y es acosada por las miradas de los marineros, y es golpeada por la mirada de las mujeres, y llora. Corre y cae, y cae. Ella ya no podrá ayudarme.
Yo sigo moviéndome sobre el mar, lo veo, ahora veo claramente al hombre, pero las olas cada vez son mayores. ¡Y veo la ola definitiva! ¡Tengo que darme prisa! ¡Este es el momento! ¡Rápido!...
El hombre esta acostado con los pies hacia el mar, una ola llega rápidamente hasta él y lo arrastra velozmente y con fuerza hacia el espejo que está a unos pasos de él -¡NO!- yo grito y grito pero es inútil, ahora no puedo moverme, estoy inmóvil, solo soy un espectador de la tragedia, fui inútil, y ella también, ahora me hundo en el agua mirando lo que temía.
La cabeza del hombre choca con su reflejo transversal y el hombre se rompe el cuello en el acto. Él es feliz ahora, se ha suicidado.
Yo me hundo en el mar, que comienza a tomar un color negro, muy pronto no podré respirar.

Texto agregado el 18-03-2007, y leído por 396 visitantes. (0 votos)


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