Caminado sobre el mar
Voy a donde mi instinto me guíe, cuando la mente vaga en los suburbios de la conciencia, y mis piernas se mueven involuntariamente.
Mantengo una conversación no interrumpida, mi vista arrasa con los obstáculos en el camino, y ya ni un gusano baila en mis tripas.
En las carreteras de la ciudad me aventuro, entre sus miradas ignorantes y sus coches prepotentes. Y atropello niños, llantos, pies descalzos, caras sucias, y más niños. Mi cuerpo se pasea desnudo, dejando a vista mis aproximados 46 lunares, y mi falta de abdominales.
No hay guardias que respalden a este “empleado”, la protección inexpuesta desde hace tiempo.
Mi silencio petrificado en la garganta, y el color de una voz persiguiéndome que inquieta mis sentidos.
Algo me afecta tanto como mi padre, me influencia, me destruye, pero no quiero evitarlo.
Los granos de arena pican mis pies, y las manos se entierran en su calor. El mar me regala sus conchillas arrastradas desde el más allá, y oigo el eco, y siento frío, y tengo miedo. Pareciese que el canto de una sirena me sedujera, e invitara a conocerla, y nada me hace resistir. Y empujo arena, caracoles, peces, agua salada, y más agua.
Una sensación extraña, el sonar de una ambulancia, una soledad abandonada, un ...amigo empapado, agitado, nervioso.
A MI AMIGO CUENTERO.
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