Camino por tu torvo cementerio de plomo
Nácar en volutas de carbono
Tu cielo es la piel gris de los adioses
El cementerio de cal de los amores
En los cuartos los insomnios con himnos televisivos se repiten,
Quieta la oscuridad habita,
Cuando el silencio se corta con la sangre en la tos,
No habla de amor esta saliva, que pega corazones.
Tu presencia es un tren nocturno, Un barco sin luces con capitán triste en el esquife,
El Bip de la señal por televisión nacional, el café debajo de la tormenta,
Una voz por parlantes que avisa, un flash informativo, una mentira que a punta de querer
Se ha hecho Verdad. Un grito enjaulado en los infiernos del pecho.
Llegará bien sea en un ocaso, el Acaso,
En ese duelo de la razón y del debería,
Para variar el sentido estepario de la noche,
Para obviar el peso del bulo y de los gafes,
Para que, una vez por lo menos, la autoridad arrebatada
De los impostores de piel,
Que se hicieron llamar hombres,
Se arredre de cara a los portones titánicos del fin del orbe
Basto para estarte,
Con mi vasto cementerio en venta,
Presa de mi prisa,
Presa (de pedazo de pierna) de mi beso,
O del dogal del marmóreo ataúd
En ese llorado entierro.
Vienes siendo,
Audaz, septembrina, ladina,
Queda, borracha marina
Septentrional, triunvira,
Pecho, cabeza, redoble de elásticas puertas
Savia, quejido, entornada pestaña, erizada castaña,
Tramontana y abisal,
Desnuda, eras profundidad y barbarie
Talle de capiteles dorados.
Soles trocados, alumbrando bichos.
Arreboles naranjas, increpando dioses horados
Cuando me canse de ti... amenazarás dromedaria a la muerte y su encanto.
Christian Cruzatti |