Unos cuantos años
y una vieja bicicleta,
en las calles de mi barrio
conocí a esa belleza.

Estaba allí sentada
a la sombra e` un toborochi
su carita angustiada
hacia el frente observaba.

Yo pasé por su ladito
pirañeandola miré
que muchacha tan bonita
el piropo que largué.

Con dulces palabras
me pidió que me acercara
sin dudarlo ni un segundo,
la bicicleta frené.

Me pedía un favor
explicándome el proceso
pa` llamar a el del frente
parecía ser urgente.

Yo que nada tonto era
aproveché aquel momento
por hacer aquel trabajo
le pedí a cambio un beso.

Al principio dijo no
y a la bici me trepé,
cuando vio que yo me iba
me trató de convencer.

Que un beso en la mejilla
me podría conceder,
me detuve un momento
y de nuevo me acerqué.

Por allí no había nadie
quien pudiera ayudarla,
y sin dar brazo a torcer
con el negocio continué.

El trato era en la boca
o me iba sin volver
como vio que no había otra
la belleza aceptó.

Me pidió que me acercara
y violento me apegué,
yo sentía que su mano
mi mejilla acarició.

Giró un poco su carita
y su boca entre abrió,
estiré un poco el pico
y un tierno beso me dio.

Chispeando de alegría
al del frente fui y llamé,
y volví para decirle
que con el trato cumplí.

Sonrió y me agradeció
despidiéndose de mi
alejándome veloz
a ella nunca más la vi.

Y aun recuerdo la textura:
de sus suaves labios rojos
la dulzura de su rostro
y su tierna juventud.

Guardo siempre ese suceso,
cuando un pequeño travieso,
una noche se pasó
negociando un beso.

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