Llegaste puntual, yo estaba nervioso por algo que estaba a punto de suceder y nunca estuvo previsto, nos saludamos cálidamente, casi como hermanos, te sentaste y te quedaste mirándome a los ojos, la verdad me turbé un poco. tanto pensé en este nuevo encuentro que al final estaba temblando, comenzaste a hablarme de tus nietos, sacaste un álbum de fotos y me contaste la vida de todos ellos, en mi cajón del escritorio también tenía las fotos de mis nietos, y así estuvimos varias horas hablando de nuestras familias y nunca se mencionó el tema por el que nos habíamos citado, así pasó el tiempo y en un momento me dijiste que sería una lástima ensuciar este reencuentro, que la vida había sido buena con los dos y que lo mejor era que fuéramos amigos y que al pasado lo dejáramos donde estaba, sentí una profunda alegría por lo que me acababa de decir, la abracé y la besé en la mejilla, cuando nos miramos teníamos los ojos húmedos y una sonrisa en el alma.