Las mujeres circulares se mueven en circunferencias exactas, cerradas, unas veces más grandes, otras diminutas, distintos radios con mismo centro en una repetición diferente incesante.

Son peonzas a merced de quien les de el primer impulso. Cuando comienzan a girar nadie puede determinar cómo ni por qué pararán. Su final es impredecible como el de las grandes obras. Sólo saben girar, nacieron para ello ¿o no?

Ellas, en su redondez albergan capas con círculos, cebollas giratorias indeterminadas hay quien las llama.

Éstas pueden ser usadas como arma arrojadiza por quien carece de defensa personal, de principios individuales. Las hacen girar y las mujeres circulares en su desesperación de peonza lloran amargamente. Ninguno preguntó qué sentían, de qué gustaban, qué aborrecían. Sólo giran.