Bitácora III


Sábado en la tarde: El corazón flotaba en las grises nubes de invierno, en la playa de afilados arrecifes, grandes olas y blanquísima espuma donde por veinte años recuerdo y yo hemos arrojado nostalgias, poemas y peticiones que sabe Dios donde han ido a parar.

Recuerdo (también Martínez por cierto) es uno de esos personajes de los que uno se resiste a desprenderse.

Amable a veces, feliz algunas, otras veces amargo, como para no olvidar que existe y “recordarte” que no todo es color de rosas.

Es aquel que se hace sentir en cada resquicio de la vida y en cada lugar donde te ha tocado vivir, un beso, un abrazo, un fracaso, una alegría, la tristeza, la llegada, la despedida, todo, siempre esta presente, en el día a día, trabajando codo a codo con la experiencia y se encarga de que no te olvides de que existe.

Aquí sentado a mi lado, me susurra al oído, mil ocasiones que este pedazo de mar me trae a la memoria, (ese rincón donde habita)

Momentos que en sus palabras puedo volver a vivir y así repasar cada centímetro de este fragmento azul.

Cada lugar, cada rincón es un pedazo de vida que con la ayuda del tiempo a quedado atrás y solo aquello que no ha sido de vital trascendencia se ha marchado al mundo de las cosas olvidadas y también, lo que no se quiere recordar.

Mis ojos siguen viendo en este azul las muchas aventuras y fracasos que en el he vivido, me vienen a la mente, amigos sinceros, no muy sinceros, chicas a las que nunca les hable por temor de hacer el ridículo, otras muchas que cuando paso el temor me hicieron muy feliz.

Un poco mas allá, en la punta pegada al mar, la primera vez.

Esa es la parte que todos queremos recordar, pero no siempre es así.

Es que después vienen tantas, tan buenas como la primera que nublan y empañan el recuerdo y solo queda una mezcla de todas las cosas buenas de todas las primeras veces, por que cada una es una primera, bueno de todas formas lo que recuerdo es el amanecer a su lado y los problemas con sus padres y los míos.

También aquí tuve mis momentos de fama y gloria entre los demás jóvenes por las locuras que a veces cometíamos y los gustos un poco extravagantes de mi grupo de amigos, por las noches en vela, con música, chicas, bebidas, asados, etc., un etc. un poco largo y comprometedor.

Aquí en este mismo lugar, y quizá sea el motivo de mis visitas, llore una despedida, una de esas que te marcan para el resto de tu vida, un ultimo beso, un abrazo, un ultimo adiós, una ultima mirada.

- “Nos vemos en el cielo corazón”,

- “Nos vemos en el cielo, algún día”

- “Nos veremos, donde quiera que estés”

“Nunca mas le vi”

El “Recuerdo” me dicta momentos que van y vienen al ritmo de las olas, momentos bellos o tan tristes como este gris atardecer, tan revueltos como esta espuma, pero no tiene palabras para explicarme como pude olvidar mi cita con Soledad.