La siembra de poemas rotos, desordenados tal vez es sórdida y placentera elegancia disfrazada, callada, muda, en todo sus sentidos.

Elementales dilemas elaborados con los doce diamantes del reloj, buscando la conciencia en las manos, descifrando el código de tu pupilas, soledad lívida y lujurioso de rama en las costas del sueño, la fabrica alegórica de sombras elaboran el manto de estrellas ofrecidas a la diosa de la noche.

Es aquí donde ella alumbra mis pasos ¿es un amor muy callado?
¿Demasiado tenue para destruir el cielo? Es tan sencillo que ni siquiera tiene nombre, ni tampoco cósenos sobrantes en este teorema universal, tan callada, y simple el sentimiento ella en la alturas, yo en fosa terrenal, antiguas, lejanas manos encarnizadas se anclan en el brillo que derraman cuando su alma ríe…

Gabriel Briceño