Poesía de cierre de la trilogía anterior
Esto ahora sí se emparejó.
¡Qué desgracia¡ Solo eso me faltaba.
¿Qué falta habré cometido?
¿En que lado vivirá mi suerte?
Ahora necesitaré una aldaba,
con un poderoso candado,
mi pantalón roto bien zurcido,
pues primero prefiero la muerte,
que usar mi cuerpo de tinglado.
Venirme a mí con esa mariconada,
a un macho de sobra jurado,
prefiero cualquier otro defecto,
que caer en semejante barrabasada,
¿Cómo? por un tío ser amado,
!!! Dios me libre de un hombre erecto ¡¡¡
Hágame usted, tío, el favor,
conmigo no se meta,
se puede ir a vivir a un albañal,
que esté repleto de excretas,
y agradezca que soy decente,
y que ya guardé todo mi arsenal,
mi actitud no es de desquite,
ni mi ánimo hoy es hiriente
y celebre que en su faz no vomite.
Usted necesita uno de esos que llaman “gey”,
al que enantes le decíamos marica,
¡bellaco!, ese sin duda, te hará rey,
cuando por detrás te fornica.
Mejor deje a la pobre vieja sola,
ella no merece ese maltrato,
usted su dignidad viola,
y yo sé que ella ama a este mulato.
Usted con su actitud ha logrado,
lo que era inimaginable,
que yo ahora me percate,
que mi orgullo se ha diezmado,
y soy de sentimiento vulnerable,
y ahora a la flaca aquilate.
Lo digo a los cuatro vientos,
que no se ignore, que todos lo sepan,
increíble, pues esto yo lo festejo,
hasta en la página de los cuentos,
consejos y regalos se aceptan,
¡Con la vieja me emparejo¡
Aquí termina este cuento rimado,
de la vieja flaca, el mulato y el tío maricón,
como los antiguos, de finales felices,
con los protagonistas emparejados,
y el truhán con una indigestión,
y sin comer, las famosas, perdices.
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