Su rostro maquillaba la ausencia de aquel golpe que retumbo en el silencio, las pupilas en estado narcótico mueren en el cruel firmamento, deseosa de que volara en mis brazos que mis alas de cartón y gas mostaza le ofrecía la alternativa divina la llevase a la profundidad del ocaso, emifera, sublime, dulce el vestigio dormido que aferran sus manos la misericordia eterna.
Su pulso se reflejaba en su piel, la lóbrega noche llego con sus lobos lunáticos abriendo los oscuros espectros erguidos en el portal, mientras oraciones de antaño elevaban su luz antes mis ojos, seguí el retumbo del trueno y el relámpago, vientos enfermizos y sádicos le robaban su existencia segundo a segundo, sosteniendo su fe ebria en mil suplicas a mil dioses, frió, cruel amigo del destino destruye mi fuerza y mis esperanzas cuelgan del cordón de plata, sostenidos por querubines melancólicos, profanan mi espíritu, muerden la fortaleza del miedo.
La bruma ocultaba el brillo celestial, que se ahogaba entre árboles y columnas de concreto, semejaban enormes guardianes, abrían la gran puerta, una voz seca y sabia ordeno que pasase ante el y que su cuerpo reposase en el congelado mármol, quede taciturno antes las manos de látex, manoseaba su voluptuoso cuerpo, buscaban su mirada en sus cuencas, en ese sórdido cuarto, su voz me murmuraba a mis oídos y sus palabras fueron,
“ángel alado vuelve a la cumbre de tus abismo, vuelve a la noche errante, donde cobijas a tu alma y deja mi ser intacto ya estoy descansando en mi lapida”…
gabriel briceño PD: este poema carece de nombre |