El Sueño.
I
Nací en un mundo en el que la luna aparecía de repente: tímida, blanca, dulce, o melancólica; y viví aquel mundo hasta que mi curiosidad, mi búsqueda o mi destino, me pusieron en un mundo extraño en donde me obligaron a apagar mis sentidos y a sumergirme en un sueño aterrador pero excitante donde navegué mil noches sin luna en un mar de monstruos devoradores, de trabajos sin fin, de soledades, con tan sólo un hombre-isla con piel de seda para refugiarme. ¿Cómo no amar sus ojos tiernos, su mente lúcida, sabia, sus campos para descansar y para llorar mi antiguo mundo?

¡Aquel mar me llevó tan lejos! Pero la isla siempre estuvo conmigo enseñándome a vivir el nuevo mundo.

Un buen día mi curiosidad, mi búsqueda, mi destino me regalaron un abrupto despertar, tomé a la isla de la mano y regresé a mi antiguo mundo. Busqué a la luna –tus ojos se ponen más verdes cuando lloras- me dijo y me recibió en su corazón abierto.

II
¿Debí perturbar la paz de la luna o traer a la isla lejos de su mundo? Cuando estaba en el cielo, cerca de la luna, la isla reclamaba mi presencia y cuando caminaba en la tierra la luna, brillante y tentadora, me afectaba igual que a las mareas.

¡Qué terrible mi curiosidad, mi búsqueda, mi destino! Podrían ponerme ante una decisión inevitable, podrían dividirme el corazón o podrían ponerme en un nuevo sueño que me alejara tanto que la luna prefiriera reflejarse en otros ojos, que la isla dejara de tenderme sus caminos, que yo misma encontrara otro refugio…