Todavía conservo el aroma que dejó la enamorada de mi cuerpo.
Mi cuerpo ... triste envase vestido de gala y roído por las arenas del tiempo. Descarriados recuerdos de una vida que ya no es vida, enamorado de una persona que no es persona, acompañado de una rosa que ya no es flor.
El tiempo parece transcurrir más despacio, en la espera de los momentos que se hacen eternos y de las horas que se hacen desear como el agua en el desierto.
Ella es tan predecible como cualquier persona, sin embargo mis labios no logran alcanzarla en el misterioso instante en que se posa frente a mí. Corro el velo que nos separa y me encuentro con la nada. Ni siquiera un fantasma, ni la semblanza de un historia que nunca pasó.
Como una rosa descascarada la veo en mis sueños, la sueño en mis días sin final y la extraño en mi enorme soledad, pero sin embargo ella no está.
Rasgos de esfinge o pétalos de sal, ¿qué más da? si no existe en mi mundo de verdades a medias, mentiras escondidas y esperanzas caídas.
Un vientre salado por las arenas del tiempo. Eso es lo que espero, si eso significara volver a nacer.
Esperar que algo modifique mi destino, como en una segunda muerte, o quizás en una tercera, porque la primera ya pasó y no ha sanado mi dolor. No se ha detenido el tiempo como suponía. Tampoco un destello me cegó, no apareció la que espero, con amor no correspondido, aguardando un beso que no llega, en mis labios partidos y agrietados. Mi cuerpo podrido y hediendo, guardado en un cajón olvidado, bajo kilos de tierra que ya no me dejarán volver a ver el sol.
En el cuenco de mis ojos que ya no ven, hay una lágrima guardada, de un llanto que no brotó. Y digo todo esto, al tiempo que susurro mi rezo una vez más ...
Porque yo aún te espero, podría reconocerte, aunque te viera sin rostro, sin pelo, sin cuerpo, sin aromas y sin luz, como es tu destino ser la que recolecta las vidas que bajan de su cruz.