Ellisa y Juan volvieron a su casa y el tiempo comenzó a transcurrir de manera distinta de lo que había sido hasta ahora, como siempre muy temprano Juan salía a sus labores en el campo, quedaban en la casa Elisa y los niños, ya nada era ni sería igual, la atmósfera se tornó dura, los diálogos se redujeron a monosílabos, y en las noches sucedía algo increíble, los encuentros amorosos seguían como si nada hubiera pasado, al contrario, se notaba en Juan unos deseos enormes de complacer a su mujer, y los besos, las caricias, el ardor casi lujurioso que ponía él, daban la impresión de que todo lo demás no hubiera sucedido nunca, hasta que una tarde llegó a la casa de visita un amigo de Juan, el Rosales, así lo llamaban y a partir de ese momento Juan se dedicó a acercar por todos los medios a Elisa con su amigo, a propósito los dejaba solos, por cualquier motivo salía de la casa por horas, y hasta un fin de semana viajó a la Capital por unos negocios.
A Elisa le extrañaba la actitud de Juan, pero no pasó mucho tiempo antes de que el Rosales y Elisa se acostaran, esto se extendió por varios años, Elisa compartió con los dos su vida sexual, los dos hombres vivían con toda normalidad esta situación aparentemente sin importarles, hasta que una tarde Elisa fue al pueblo a hacer unas compras y nunca más supieron de ella.
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