Con tu puedo...Cap 15
Contradicciones
La madrugada fue dura para Alamiro. El aguardiente enguindao hace que la resaca sea con fuerte dolor de cabeza, una larga mañana le espera. Como cada día de cada año por siglos, el sol acompaña desde temprano a los hombres del desierto, el día se hará largo. A las siete de la mañana ya lleva parte de la tarea, esa madrugada como nunca los golpes retumban en sus manos y en su cerebro, y qué decir, su corazón.
Esta noche hay ensayo, no pasa de hoy sin que hable con Mariana, me la voy a jugar entera. Esa es la parte mas complicada de todo, presiento que si hay amor correspondido, esto será de muchos años, Mariana por su carácter no anda a la búsqueda de algo de días ¿Y yo? Son tantas cosas las que llenan mi vida hoy, qué creo me hará falta una compañera que vaya conmigo. Amo a esa niña, es valiente, inteligente y linda. Hoy, debe ser hoy, no hay otro día, es hoy o nunca.
El Fernando me sigue ofreciendo plata, ¡putas! Sería fácil, tomar unos billetes y luego desaparecer, regresar a Ovalle, me hace falta dinero para tantas cosas, ¿Y a quien no le falta? Si lo hiciera, sería venderme, no podría mirar a esta gente a la cara. Los chiquillos me siguen por toda la Oficina, me hablan, me preguntan, algunos usan sus sombreros como yo, me da risa.
Cuando falleció Manuel, me dije que los cabros chicos deberían estudiar. Voy ha hablar con el Administrador, se la puedo vender como que para el casamiento haya escuela, a lo más me dice que NO.
—Don Eloy.
—¿Qué querís, Alamiro?
—Hablar con Don Fernando, ¿le puede decir, por favor?
—Puedo, sí. ¿Y si me pregunta el motivo?
—Don Eloy, quiero pillarlo de improviso, no es nada de trabajo, sólo quiero hablar de una escuela para los niños, una escuelita acá en la Oficina.
—Estás loco Alamiro, Te va a decir que no, pero, me gusta tú idea, así que le diré y si me pregunta le digo que no sé.
—Gracias, señor.
La Filarmónica, no puede servir solo para aprender a bailar, tener un grupo de teatro y bailar los domingos. Los dueños de las Oficinas se reúnen en ésta o en otra. Nosotros también necesitamos apoyarnos. La Julia, José, Juvencio, Arsenio y,¿ quien sabe que otros más? Tienen claridad, piensan en el futuro, no sólo el futuro de unas semanas. Facundo y sus compañeros, son valientes, pero, quieren hacerlo hoy, algo plantean, no me calza en mi cabeza.
A veces discuten los compañeros de Facundo con los de José Manuel, quieren lo mismo, pero, sus caminos son diferentes. Si estuvieran unidos, con la fuerza de unos y la claridad de los otros, estaríamos mejor. Lograríamos mucho más. ¡Putas! Ese tonto del Facundo no se quiere ir, va a ser una pérdida grande.
Hay que actuar con inteligencia frente al patrón, no sólo con la fuerza. Tenemos algo que requiere la Compañía, nuestra fuerza de trabajar, debemos encontrar la manera de hacerla valer y con ello lograr los beneficios que todos necesitamos. Es esa la fuera que temen los dueños, por ello nos hacen pelear entre nosotros. Por eso mismo ahora venden vino, traen las putas y más encima cada día, de una u otra manera, quieren que andemos peleando con los hermanos bolivianos y peruanos, nos meten lo de la guerra, y ellos, los patrones, nos pagan lo mismo, la misma miseria a cada obrero.
Por suerte no encontraron la pólvora que yo había escondido, alguien la sacó antes, ¿quién sería? Miro a todos, nadie me parece sospechoso, José sabía, ¿quién se lo habrá dicho? Alcancé a entregarle un par de kilos a Facundo, ojalá no se la encuentren.
El día transcurrió lentamente. Para cuando la jornada acabó, ya la cabeza no le dolía. Caminaron juntos el herramientero y Alamiro, luego se unieron varios más, la caminata terminó siendo un agrado, el viento vino a colocar algo de frescura. La charla, igual que cada día, mujeres, vino, cantina, fichas, pulpería, bromas a Alamiro por sus amores, celebrándole lo de Doña Clotilde.
—¿Y ustedes van todos a la Filarmónica?
—Cuándo no voy a Iquique allí estamos y tú sabís, ya que nos vemos cada domingo.
—Cierto. Pero, ¿No creen que también hagan falta otras cosas?
—Si, fuese por todo lo que nos falta, estaríamos un día entero sumando y haría falta la mañana del día siguiente para colocar todo lo que necesitamos.
—Yo creo que lo que más hace falta es más sueldo y plata en dinero chileno, no fichas. Oía el otro día que en Iquique los de una Mancomunal tienen una cooperativa en donde los socios compran sus cosas mucho más barato que en las pulperías.
—Alamiro, todo lo que nos contai, nos hace falta, pero, nos pueden echar del trabajo, hace falta gente valiente.
—¿Y ustedes?
Hasta allí llegó la conversación, el sonido de un disparo de carabina en la lejanía apagó la charla.
—Sólo un tiro, nada más – dijo uno de los cargadores.
—Fue carabina, si los milicos estuvieran tirando al blanco sonarían otros disparos ¡niños!, no caminen solos en la pampa, se está perdiendo gente, el primero fue el Bernardo, si saben de alguien que no llegue a su habitación o casa esta noche, me cuentan mañana, por favor – dice Alamiro.
—Alamiro,
—Dime, Genaro.
—Mañana en la madrugada te paso a buscar para que caminemos juntos hasta él rajo.
—Somos vecinos, así que nos esperamos en el Kiosco de la plaza y nos venimos en patota los diez. Hasta el cabro chico que se venga con nosotros.
—¿Nos juntamos, a las cinco?
¡Sí!, fue la palabra que salió de la boca de los hombres. Varios se persignaron.
Al ensayo no llegó Facundo, para el fin de semana, cinco eran los ausentes. El aire estaba recargado, áspero, más que lo acostumbrado, pareciera que bajaran nubes de azufre desde las alturas. La cuadrilla en donde trabaja Alamiro comenzó a ir y regresar de la faena en grupo, Alamiro usa las camisas que le tiñó la Julita.
Esa mañana de jueves, Eloy, el capataz al llegar llamó a Alamiro.
—Alamiro.
—Sí, Don Eloy.
—Don Fernando me dijo que el lunes te pases de la faena a su Oficina, que si quieres te vayas una hora antes.
—¡Ni cagando! Voy antes, perdone jefe, pero se han perdido cinco mineros en menos de dos semanas, usted ya sabe que nos vamos y venimos todos juntos.
—Alamiro, una buena medida.
En la compañía de teatro hubo que preparar a un nuevo actor para reemplazar a Facundo, fue suerte que no tuviese un papel de primer orden, Reginaldo, ayudante del contador comenzó a trabajar con ellos en el papel de Facundo.
—Marianita
—Dígame, Don Alamiro
—Marianita, quiero hablar con usted ¿puedo acompañarla hasta su casa?
—¿Qué será? Puede decírmelo ahora, ya que Raginaldo se comprometió a ir a dejarme.
—Me gustaría conversar mientras vamos de camino a su casa.
—Bueno, mientras caminamos, vamos conversando, total Reginaldo es amigo y no tengo secretos con él.
—Preferiría que usted y yo estemos solos.
—Pero, la señora Clotilde se podría poner celosa si sabe que se fue sólo conmigo.
—Doña Clotilde, no tiene ninguna vela en este asunto.
—No, claro que no, más bien usted coloca la vela en el asunto de la Clotilde.
—Marianita, ¡por favor!
—Lo pensaré, mientras me cambio la ropa.
—¿La espero?
—Si usted quiere y la doña no se enoja.
Mariana, se da una media vuelta dirigiéndose al lugar que usan como camarín las mujeres, va sonriendo, de camino le dice a Reginaldo que no la acompañe esa noche.
Luego de quince minutos sale, bella como siempre.
—Vamos, Don Alamiro ¿O le digo, Señor Presidente?
—Marianita, yo creo no haber hecho nada malo.
—No, claro que no, si esa señora, dice que usted lo hizo muy bien. Cuénteme Alamiro, de que se trata, ¿qué es lo que usted desea decirme?
—Mariana, mire usted, lo que quiero decirle se me hace difícil, más que si se tratara de hablar con el Ramiro o con Don Fernando Gómez, se me hace difícil. Lo que deseo decirle es que es a usted a quien amo. Sé que metí las patas con lo de la señora Clotilde, eso ya pasó, ya no existe y no va a volver a existir. A usted la quiero desde cuando llegamos a la Oficina, ha ido creciendo en mi corazón el amor, no es algo para unos días, yo la quiero para siempre.
—¿Y a la Cloti le dijo lo mismo?
—Por favor, déjeme hablar Marianita.
—Ya sé que no me va a creer, ya le dije, lo de Clotilde fue algo pasajero, ya ocurrió y no volverá a pasar. Le digo que mi amor por usted es gigante, y que no puedo ya estar con esto en el corazón. No soy hombre de muchas palabras, ya sabe que recién aprendo a leer, si no fuera por el teatro sería tan ignorante como cuando llegamos a esta Oficina. Lo que sí sé, es que si usted me amara yo le seré fiel para toda una vida, no me interesa otra persona, es lo que quería decirle Marianita.
Mariana, va feliz, aunque por fuera pareciera estar tan fría como un témpano en la Antártica. Alamiro ha usado todo su lenguaje, va nervioso y desesperado, sabe o piensa que lo de la Clotilde le puede costar su amor por Mariana. Llegan a la casa y la muchacha no lo invita pasar como es su costumbre, se detiene en la puerta y le mira a los ojos.
—Alamiro, yo tenía algún cariño por usted, su declaración me deja preocupada, me alegra que lo haya hecho. Usted sabrá que con su número con esa señora yo no le creo demasiado, usted dice que me ama desde que llegamos, pero, esta aventura ocurrió a muchos meses de nuestra llegada, no es muestra de amor por mí. Alamiro, lo voy a pensar, a lo mejor en unas semanas o unos meses le respondo.
¡Hasta luego, Alamiro!
—Marianita...
Ella se dio media vuelta, abrió la puerta, entró y cerró, se quedó parada allí mismito, su rostro es de alegría.
Y yo que pensaba que iba a tener que tomar la iniciativa y decirle que le amo, pero, le haré sufrir algunos días tal como lo hizo conmigo.
Curiche
Marzo, 13 de 2007
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