Eduardo ese día no pudo sentarse a trabajar en su computadora.
Ya que éste cuando abrió la puerta, se encontró con que la oficina entera estaba al revés, volteada ciento ochenta grados, entonces lo que antes era el suelo, ahora cumplía la función de cielo raso. Lo más curioso era que sus compañeros de trabajo, no notaban esta peculiar situación, en cambio, permanecían plácidamente sentados frente a sus ordenadores, con sus corbatas colgando hacia abajo, los cabellos de María Inés colgaban ahora suavemente hacia lo que el día anterior había sido el cielo raso.
Eduardo permaneció largo rato parado en el umbral de la puerta, observando boquiabierto la inusual escena.
El licenciado Roquietti, su jefe, quien dejaba caer elegantemente su corbata y su flequillo hacia abajo, lo invitó amablemente a que se sentara en su puesto de todos los días a comenzar con la jornada laboral, ese día había sobrecarga de trabajo y tenía varios informes que pasar en limpio antes del medio día. Ante el silencio absurdo que guardaba Eduardo, sus compañeros lo escrutaban curiosos, y los cuchicheos comenzaron. ¿No me escucha Quiroga? ¡Esos informes, urgente!
Eduardo avanzó unos pasos sobre el cielo raso, miro anhelante su sillón que colgaba mágicamente del segundo cielo raso. Intentó inútilmente trepar por una de las paredes para alcanzar el sillón, sus compañeros rieron apagadamente. ¡A ver Quiroga, déjese de acrobacias estúpidas, bájese de ahí y póngase a trabajar!
No puedo señor, esto es imposible.
Así, después de varios intentos acrobáticos de trepar hasta la computadora y de intentar bajarse de ahí, se resolvió darle el día libre a Quiroga por razones obvias.
Al día siguiente, Eduardo abrió temerosamente la puerta de la oficina, el horror, lo de ayer no había sido una alucinación, todo seguía igual, la oficina entera dada vuelta. Se repitieron las risas, las ordenes y el día libre.
Así dos días más, hasta que lamentablemente lo tuvieron que desvincular de la empresa, era una lástima, un empleado tan eficiente, pero así son los desordenes mentales, vienen sin aviso previo.
Hace unos días me encontré con Eduardo, está trabajando para una empresa internacional muy importante, cuando le pregunté por el antiguo trabajo de donde había sido despedido meses atrás, me respondió acongojado que varios de sus compañeros, inclusive su ex jefe, estaban internados por problemas cerebrales, algo así, causados por acumulamiento de sangre.
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