Aquella mañana llegó al trabajo a la hora de siempre; pero no pudo reconocer a nadie. Por más que intentaran hacerse los habituales…no eran sus compañeros. No era su jefe aquel con el que tomó café, ni supo porqué le hablaba de fútbol; ni como había sabido de qué equipo era.
Si, aquella era su mesa; su ordenador, sus cajones; en el segundo de la izquierda su pata de conejo. Pero la señorita que se sentaba a su derecha no era su compañera de toda la vida como pretendía hacer que creyera. Tampoco conocía de nada a ese Paco, impresentable contador de chistes; ni al camarero de la cafetería; aunque le adivinara el pensamiento y supiera lo que le apetecía en ese momento.
No se asustaba fácilmente, pero todo aquello era muy extraño, no podía hacer más que seguir el juego. Debía ser un programa de esos de TV, si, pero no se iban a burlar de el. El a lo suyo, actuando con naturalidad; como si nada le extrañase…Sí, seguro que en cualquier momento saldrían sus compañeros de verdad ...y las cámaras. Se reirían todos y encima le darían un premio…pero eran casi las siete, casi la hora de salida…aquella chica se le había acercado ya tres veces a preguntarle si le ocurría algo…
Saluda a todos en la entrada…Hasta mañana Luis, hasta mañana…contestaba a todos, sin ni siquiera saber sus nombres, aunque ellos sabían el suyo
.- ”Te llevo?” dijo esa chica; balbuceó que si, “claro”, “de Puta madre” fingió.
.- Llama a tu mujer, siempre se te olvida…
.- Es igual, da lo mismo…volvió a fingir.
Son las once, camina hacia casa; solo espera que allí pueda reconocer a alguien, o que aparezcan las cámaras…de una vez.
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