Lo confieso, a veces me acuesto con la muerte
(Frío en la ciudad. El joven, sentado en una banca, triste, sólo mira hacia el frente, esperando. Las vitrinas tras su espalda demuestran el falso ánimo de la comunidad citadina de ser felices aunque todos, como él, esten solos).
1: ¡Cuánto frío hace! Necesito un cigarillo.
(Mientras enciende un cigarrillo se sienta alguien a su lado y le habla amistosamente).
2: Hola...
1: Sí, que frío hace en esta ciudad, no lo soporto más, extraño todo, a las personas, a mí... Hola.
2: ¿De qué hablas?
1: De todo hablo, de eso, del miedo, la soledad. ¿No tenés nada más que decirme?
2: ¿Nada de qué? No te conozco, vengo a saludarte amistosamente y me reclamás.
1: ¿Cómo te reclamo? ¿Veniste a hablarme y no tenés respuestas para mi?
2: ¡Me voy! Sólo esto me falta, vengo, saludo y ya ni eso está bien. Qué locos en esta ciudad...
1: ¿Tampoco sos de acá? Contestame.
2: ...No, no soy de acá. Me seguís reclamando y me voy.
1: ¿Quién sos?
2: No sé, lo olvidé junto a mi boleto de regreso y mis maletas en la estación que no se ha de volver a cruzar. ¿Vos?
1: ¿Yo qué? Ahora yo tengo la culpa de eso y lo malo que te pasó.
2: ¡Qué loco que estás! Vos, ¿quién sos?
(Se miran silenciosamente)
1: Desde hace unos años sólo un loco. Tenía vida y familia y los cambié por los burdeles. Tenía un trabajo y un futuro pero el placer engaña y ahora tengo todas las bancas que encuentre en la ciudad, unos pocos ahorros y a ti...
2: ¿A mí?
1: ...Porque no sé callarme cuando es debido y no sé hablar cuando se debe, dije más que lo necesario y no supe decir no.
2: ¿A mí?
1: ¿Qué? No me interrumpás...
2: Me tenés a mi y no me conocés aún.
1: ¿Quién se conoce? Vos no sabés quien sos, yo no sé quien soy.
2: Y juntándome con vos de repente lo voy a saber, qué extraño que sos.
1: Entonces, ¿por qué seguís aquí?
(2 lo mira sin verlo, se acerca un poco, aclara su voz)
2: Bueno, te estaba viendo, me atrajiste, no sé. Pido por favor que ignores el rubor, digamos que es el frío.
1: ¿Y dónde habías estado?
2: Allá, lejos.
(2 Saca un recorte de periódico, una noticia vieja y mal conservada de la que apenas se puede distinguir un titular más sensacionalista que otra cosa)
1: Mueren jóvenes en accidente fatal... No entiendo, vos... estás...
2: No sé como explicarte, te quiero, pero ya he fallecido. No sería justo que te mate sólo para que estés conmigo.
1: Con este frío, con esta vida, sería lo ideal.
(1 lanzó su cigarillo, se levantó de la banca y se fue. 2 lo vio, bajo su cabeza y esa noche nevó más que nunca y él nunca sabrá lo que es besar a la muerte)
***
Con una sensual mirada y un escote impecable, ella, la mismísima y temida que camina inmutable le ha visto, ha atravesado aquellos ojos miopes de profesor de literatura, y se pregunta... quién intenta seducirme así, por qué, a mí, se cuestionaba el elegante hombre doctorado en lencería y lenguas muertas...
Cruzaban palabras en un bar no muy lejos del Támesis y con el acento más caballeroso le ofreció una copa aún más especial, en su balcón, donde las amantes desfilan como días de marzo y la desnudez no se censura en trámites absurdos...
Acceden con una mutua mirada de cómplices, paga la cuenta, deja una admirable propina y la conduce a su espacio, ese, inviolable por el pudor, por el amor, por los sentimientos, por el calor y esas cosas que para ciertos londinenses se proscriben al nacer...
Se sedujeron y desnudaron bajo la tenue luz de luna y una brisa que acariciaba sus más oscuros placeres, se comieron hasta las sombras en la incierta noche gris y en mitad del muy necesario clímax ella abre sus ojos y entre sábanas y seda y gritos y piel, ella lo confiesa todo, y él lanza un grito de placer y miedo conjunto, pero el grito no se oye y no se ven en el espejo, ella le sirve una copa y le explica, la única forma de matarle, al más atractivo de los vivos, era bajar y acostarse con él, que la muerte con placer nos lleva, y mientras se acaba su gin, se va desvaneciendo, no él ni la ciudad, sino la muerte que confiesa, se enamoró y volverá mañana de nuevo a seguir cumpliendo su misión, y que recuerde que esa noche, la muerte de placer vivió, y él... tiene una nueva oportunidad...
La muerte que es celosa y es mujer, se encaprichó con él, y le llevó a dormir siempre con ella F. Páez |