La reunión
Esa maldita reunión. A que horas de mi vida terminé involucrado con esa gente. Sonó el teléfono. No puedes faltar Albert, ¿tu sabes, eh? Me bañé con desgano, la noche anterior los tragos llegaron a mi boca en abundancia. Como pude llegue a la reunión. En la entrada del edificio había una montonera de maricas y lesbianas saltando y gritando, algunos besándose, en lo que parecía el carnaval del amor de los disfraces. Ya en la sala noté que mi cuerpo me EXIGÍA que buscara un baño inmediatamente. En aquel lujoso edificio, donde los siquiatras del mundo se reúnen a discutir la patología mental de los hombres, no había un baño decente en donde poder descargar. La reunión comenzó en medio de la algarabía de los manifestantes que ya rodeaban el edificio. El Dr. Schultz resumió:
Vamos a debatir si es o no una patología mental el homosexualismo.
Comenzó la exposición un doctor francés, discípulo de Lacan, siguió un americano, y yo callado. Las monstruosas ganas de ir a un baño me tenían atormentado. El día anterior había ideado una charla en la cual consideraba que los homosexuales sufrían de un trastorno sexual que se caracterizaba por una sobreexcitación anormal. En otras palabras, sufrían de superarrecheras. En el momento cumbre de la reunión, mi conferencia se fue al diablo, al mismo lugar a donde quería mandar ese resto mío que empujaba hacía fuera cada vez con más insistencia. El Dr. Schultz propuso entonces hacer una votación entre los diez miembros que conformábamos el comité. El último en votar fui yo. El conteo mostraba 5 votos a favor de no considerar la homosexualidad como una patología y 4 en contra. El voto debía ser público. La discusión se iba a alargar. Algo se movió dentro de mi recto, me advertía que ya no soportaba más ahí adentro. Como sufría, el Dr. Schultz me sugirió que me tranquilizara, que a fin de cuentas eso sólo era un debate más. Así que me decidí, y vote en favor de los maricas y las lesbianas. La sorpresa de mis colegas fue general. Sin demora salí del recinto y en la salida del edificio otro ataque de infinita angustia me impedía dar un paso. El vigilante salió a ayudarme. ¿ Se siente bien Doc? Présteme su baño un momento, si?, Claro Doc. Afortunadamente había papel. Afuera alguien pronunciaba unas palabras. - Compañeros hoy hemos ganado una de las batallas más importantes en la lucha por nuestros derechos, desde hoy, ya no somos unos enfermos -. En ese momento, tanto ellos como yo, nos sentimos felices.
Isaac Arbelaez |