“En una solitaria montaña vivían dos eremitas que adoraban a la Naturaleza y se amaban el uno al otro.
Los dos eremitas tenían una escudilla de barro, y ésta era su única posesión.
Cierto día, un mal espíritu entró en el corazón del más viejo, y acercándose al menor, le dijo: “Hace ya mucho que vivimos juntos. Ha llegado la hora de separarnos. Dividamos nuestras posesiones”.
Entonces el menor de los eremitas se entristeció, y dijo: “Hermano, me aflige mucho el que tú quieras dejarme. Pero si es necesario que lo hagas, así sea”. Y trajo la escudilla de barro y se la entregó, diciendo: “No podemos dividirla, Hermano; que sea tuya”.
Entonces el ermitaño mayor, contestó: “no acepto ninguna caridad. No tomaré sino lo mío. Debe ser dividida”.
Y el menor dijo: “Si partimos la escudilla ¿para qué nos servirá después? Si te place, mejor juguémosla a la suerte”.
Pero el más viejo de los eremitas, insistió: “No pido mas que justicia ni más de lo que me pertenece, y no quiero confiar la justicia y lo que me pertenece a la buena ventura. La escudilla debe ser dividida”.
Y el eremita menor, no pudiendo razonar más, dijo: “si esa es tu voluntad, quebremos la escudilla”.
Entonces el rostro del eremita mayor se puso más oscuro que la noche, y gritó: “¡Ah! Maldito cobarde, no quieres reñir”.
Gibran Jail.
Este epígrafe un poco extenso, pero interesante, se me hace en este momento un pretexto para introducirme en el tema de la realidad, pero en George Orwell, el cual desde mi muy particular concepción maneja un sentido de la realidad muy peculiar que iré desdeñando en el transcurso del presente texto, en el contenido de sus obras que es donde más encuentro esta peculiaridad de la realidad. Las cuales me permiten plantear la postura que anheló predicar la cual es: que la realidad existe en si y por si misma, que esta en la naturaleza, que esta en contacto con nosotros y que nosotros formamos parte de ella, solo que con la peculiaridad de tener que reñir como los eremitas hasta el final para poder obtener un atisbo de ella. Me refiero al mismo Ser aludiendo a su carta de presentación que será el ente.
En el caso de los dos eremitas su única posesión es una escudilla, por la cual se tiene que reñir hasta el final, pero esta riña puede y es tomada en mi caso como esta dialéctica, propia del logos, lo cual me permite decir que solo mediante este acto de expresión podemos llegar al fondo de las cosas a develar al ser. Pero este ser particular solo es una parte de el Ser como tal, el cual no necesita de nada, ni de nadie, pero solo el hombre obstinado y con carácter para reñir, se ha empeñado en tratar de quitar el manto para poder acercarse a el Ser por medio de los entes en este retorno a la metafísica que propone Nicol.
Ahora bien menciono que es Orwell, uno de los escritores que siendo de orden literario en sus escritos se ha acercado ha esta concepción de lucha por lo que uno quiere descubrir y ha dejado al descubierto que la realidad es en si y por si misma, es prudente mencionar que al decir realidad, estoy aludiendo al hecho de que se deja ver la pureza del ente, para poder comprender este contacto que tiene con el Ser y como forma parte del mismo, siempre y cuando nos quitemos de los prejuicios y podamos entender como funciona como un hecho el ente cuando se devela libre de impurezas y que esto es real sin más cuestionamiento. Así es como se involucra con la totalidad del Ser como un hecho.
Cuando George Orwell escribió poco antes de morir su novela 1984 probablemente desconocía que, más de medio de siglo después, muchos aspectos de esa sociedad futura que plasmaba en su libro iban a guardar una semejanza con la realidad cuanto menos curiosa. Es evidente que el mundo dista mucho de ese ambiente opresivo que había en la historia de Orwell.
Aún así, no se le puede negar que gran parte de sus imaginarias predicciones no estuvieran del todo desencaminadas y que, aunque la forma externa de esa sociedad dista de la actual, el fondo guarda similitudes preocupantes y a la ves reveladoras, porque otra forma más clara podemos tener de la capacidad no de predecir, sino de develar la potencial del ente como parte de un todo continuo de movimiento, el más cercano y apegado a la realidad. Primero se ve el hombre como razón y logos engañado y después es liberado para dejar ver esta realidad:
En cierto modo la visión del mundo inventada por el Partido se imponía con excelente éxito a la gente incapaz de comprenderla. Hacía aceptar las violaciones más flagrantes de la realidad porque nadie comprendía del todo la enormidad de lo que se les exigía ni se interesaba lo suficiente por los acontecimientos públicos para darse cuenta de lo que ocurría. Por falta de comprensión, todos eran políticamente sanos y fieles. Sencillamente, se lo tragaban todo y lo que se tragaban no les sentaba mal porque no les dejaba residuos lo mismo que un grano de trigo puede pasar, sin ser digerido y sin hacerle daño, por el cuerpecito de un pájaro.
Esta forma de ver el mundo que plantea Orwell no es mas que el enmascaramiento al que estamos sometidos, y no solo por los medios de comunicación sino también el gobierno, pero esto considero va más allá, se trata de no poder apreciar con claridad lo establecido, la apreciación correcta de los ente , las malas interpretaciones de nuestro logos por nosotros mismos y a los demás, más aún, la falta de capacidad de discernir y expresarse, la realidad planteada desde este plano no es más que una ilusión trivial, lo que creen los enajenados que prefieren caminar bicéfalos, y no hacer una sola conciencia. Pero por otro lado es el rescate mismo de la predicción, y no estoy hablando de alquimia o chamanismo, estoy aludiendo a la capacidad de descubrir los movimientos del ente, a la capacidad de darse cuenta de cómo se va a comportar y poder predecir su posición en un momento determinado, las leyes naturales y acontecimientos del mismo hombre como ente, tal vez como ya lo mencione Orwell no creyó al cien por ciento que esto fuera a pasar y menos tan rápida mente, pero la realidad que describió simple mente lo alcanzó, los entes se alinearon conforme al orden y determinaron el rumbo que les marco el Ser. La realidad hizo su aparición.
Un primer acercamiento a la realidad de los entes nos revelara de inmediato la importancia que tienen para informar a todos y cada uno de los individuos de los acontecimientos que ocurren en el universo y en el que sus nativos no pueden acceder de forma directa, por lo que es necesario un intermediario que acerque a la población la realidad que no está a su alcance de forma fácil y rápida, pero si lo desea y lucha hasta el final en la riña le es asequible. El ente es pues el intermediario que junto con el logos del hombre develan la naturaleza del ser y son los portavoces de su pensar, pero que es asequible a todos aunque no lo perciban pues una mente individual puede cometer errores y alejarnos nuevamente de este ente acercándonos más al plano antológico, como dice Orwell:
¿Cómo podía uno estar seguro de que todo esto no era más que un truco? Quizás aquella, demencial dislocación de los pensamientos pudiera tener una realidad efectiva…Crees que la realidad es algo objetivo, externo, que existe por derecho propio. Crees también que la naturaleza de la realidad se demuestra por sí misma. Cuando te engañas a ti mismo pensando que ves algo, das por cierto que todos los demás están viendo lo mismo que tú. Pero te aseguro, Winston, que la realidad no es externa. La realidad existe en la mente humana y en ningún otro sitio. No en la mente individual, que puede cometer errores.
Pero esta postura lo hace más interesante ya que termina diciendo y el mismo devela la realidad del ente a través del tiempo la cual es asequible por el contacto con el ente y no por la pura razón:
En el antiguo idioma se conoce esta operación con toda franqueza como «control de la realidad». En neolengua se le llama doblepensar, aunque también es verdad que doblepensar comprende muchas cosas.
Doblepensar significa el poder, la facultad de sostener dos opiniones contradictorias simultáneamente, dos creencias contrarias albergadas a la vez en la mente.
No cabe duda que se esta refiriendo al ente y al pensar propio, es lo que se contemplaba anteriormente, en el principio, en la época previa al gran hermano, el cual solo deja lugar para el pensar y cierra la posibilidad del ente, pues antes del gran hermano existe el ente como tal como parte de esta realidad que, en la novela solo unos cuantos tratan de hacer asequible para regresar al fundamento mismo de las cosas, a la raíz primordial de la verdad.
Es pues toda una ventura seguir el termino de la realidad, a través del ente y predicado por el logos, por esta inquietud del hombre que el sentido escoja la palabra para poder dilucidar los términos correctos para la predicción del ente mismo. Cuando Orwell se pregunta por la realidad en la novela de la Rebelión en la granja de lugar a mirar el paso de los entes, deja ver al mismo hombre reflejado en una realidad que no puede apreciar por el poco interés hacia esta misma, pero es claro que lo que pretende con su texto es despertar a los lectores, que sean capaces de mirar al ente y las circunstancias de realidad que le unen al Ser dice el autor:
Veamos, camaradas: ¿Cuál es la realidad de esta vida nuestra? Encarémonos con ella: nues¬tras vidas son tristes, fatigosas y cortas. Nacemos, nos suministran la comida necesaria para mantenernos y a aquellos de nosotros capaces de trabajar nos obligan a hacerlo hasta el último átomo de nuestras fuerzas; y en el preciso ins¬tante en que ya no servimos, nos matan con una crueldad espantosa. Ningún animal… conoce el significado de la felicidad o la hol¬ganza después de haber cumplido un año de edad. No hay animal libre en Inglaterra. La vida de un animal es sólo miseria y esclavitud; ésta es la pura verdad.
La realidad es estar en contacto con el ente, aunque aquí se ve como el ente es parte de algo pues los animales son entes que no escapan a su destino ni alo que el Ser predica por si mismo, también vemos como están en la posibilidad de reconocer su condición y darse cuenta de las circunstancias, su entorno y de su naturaleza. Esto permite despertar al hombre para que una ves conocida su realidad, sea capaz de predicar algo de ella a través del logos que le es propio, pues la palabra es aquí la que tiene un papel fundamental, en la concepción orweliana de la realidad, la palabra abrirá las puertas de acceso al Ser, el apego al ente.
La lengua parafraseando a Orwell, se torna fea e inexacta porque nuestros pensamientos rayan en la estupidez, pero la dejadez de nuestro lenguaje nos facilita caer en esos pensamientos estúpidos. Orwell vacila frecuentemente entre la razón y la metafísica lingüísticas. Puesto que en el se nota que el gran enemigo de una lengua clara es la falta de sinceridad. Cuando se abre una brecha entre los objetivos reales que uno tenga y los objetivos que proclama, uno acude instintivamente, por así decir, a las palabras largas y a las expresiones más fatigadas, como una molusco que escupe un chorro de tinta. Desde luego es una certera analogía. Pero la tinta nada decide sobre cuánto existe en la realidad, entonces la lengua es el factor primordial y se tiene que aprovechar al máximo para describirla y en el sentido mas estricto será el logos el portador del mensaje, el abordador del ente, para considerar esta realidad. Se ha de entender el lenguaje como un instrumento para expresar y no para ocultar o prevenir el pensamiento, se ha de dejar que el sentido encuentre la palabra que lo expresa y no al revés. Lo peor que uno puede hacer con las palabras es rendirse ante ellas.
Nos encontramos en una suerte de azar donde la vida nos llueva por distintos senderos estamos destinados, en algunos aspectos y en muchos otros somos libres y es ahí donde debemos tomar la determinación de buscar en nuestra realidad.
Es pertinente mencionar ahora la importancia del autor como uno de los más escudriñadores de el horizonte que se nos presenta para reconocer el advenimiento en múltiples signos de dominación, pérdida de la identidad, atenazamiento electrónico de las conciencias, despliegue incontenible de técnicas propagandísticas que impregnan hasta el último rincón del cuerpo social, invención de tecnologías inquietantes, entre otras cosas. El libro de 1984 no se escribió para que se esperase su cumplimiento como antes se hiciera con los varios anuncios del fin del mundo como consecuencia de cataclismos o funestos accidentes estelares.
Las circunstancias arguméntales de la novela, la pura anécdota, resultan intrascendentes, salvo en su función intrínseca. No es presumible que todo ser viviente sea censurado continuamente con una cámara, ni que la pobreza de una planificada economía de la escasez sea la mejor estrategia para mantener a la colectividad en la marginación de una lucha por la supervivencia.
Actualmente se concebiría un mundo afín a la pesadilla orwelliana mediante un doble control, heurístico uno, en virtud del conocimiento informático de todos los individuos, y algorítmico el otro, ya no con multitud de cámaras inquisidoras sino con miríadas de monitores donde las víctimas abrevan espiritualmente y a las que se mantiene fijas a ellos por un misterioso magnetismo electrónico.
Por otro lado, el espectáculo del capitalismo feroz de los años treinta y de una economía de posguerra resulta demasiado ruidoso y de mal gusto, a diferencia del feliz consumismo y un Olimpo atestado de dioses en forma de multicolores objetos listos para usar y tirar. Entonces se aprecia la capacidad de encontrar el hilo conductor que me guía a el ente mismo, ese ente que es capaz de predecir y determinar el lugar y posición de una parte del Ser, en su misma unicidad y a la ves multifacético pero en los entes, esto es más que un encontrarse con uno mismo es un llegar a la realidad tal y como se plantea, es un descubrirse y darse a conocer por medio del logos.
La novela futurista de Orwell, como él mismo admitió, es un simulacro, una excelente simplificación de un peligro que se cierne. Proyectó las líneas de la atribulada década de los cuarenta, en una continuación imaginativa de las tendencias totalitarias del momento. Y el resultado fue una sátira salvaje de los males inherentes a la concentración del poder. De ahí que no buscara profetizar. Más modestamente, pero con vigor, su intención era advertir contra la marea totalitaria y la corrupción moral del poder, y protestar contra un tipo de vida cuyas condiciones devenían cada vez más intolerables a la vez que se acercaban más y se mostraban en el ámbito de colectividad humana. Pero cómo es capas un hombre de protestar, sino es por el hacho de que conoce al ente, sino se conoce mejor no se dice nada y en este aspecto el ente no es solo el entorno sino la realidad misma del hombre.
Así es pues como Orwell nos encamino por este sendero que bajo de metafísico racional a una metafísica al estilo de los antiguos donde el ente tenia prioridad, así es como nos muestra la realidad, a través de escenas que va manejando sobre los hechos y objetos palpables no hay más, el hombre que conoce y se apega al ente puede describir la realidad, y hablar de sus movimientos, el que no ha entendido jamás pasara de una simple repetición de ilusiones hablando de una realidad de índole cartesiano en el sentido de mucha razón y poco ente.
Es pues la realidad el conocimiento inmediato de una cosa a través de lo que nos llega por los sentidos, al que atribuimos sólo un valor aproximado y relativo respecto de lo que aquella cosa es en verdad, que sólo se alcanza tras un atento examen de la misma o un conocimiento de nivel superior. Cosa que Orwell hace perfectamente, el conocer y analizar la realidad; puesto que la apariencia es un conocimiento incompleto y trivial, en contraposición a la realidad (o sea lo que se nos aparece en forma de ente), o conocimiento verdadero y profundo, y la distinción suele hacerse tanto en la vida ordinaria, como en la reflexión filosófica y en el enfoque científico. Así como el social, puesto que la naturaleza y lo social se podría decir son ambos manifestaciones de ese uno principal que es el Ser. Entonces tenemos que buscar y no dejarnos arrastrar por esa verdad solo de la razón, sino la que tiene razón y comprende que el ente es la puerta de abordaje al ser. Orwell lo ilustra de maravilla al decir los animales eran arrastrados solo por su poca razón y creyendo que esta era todo y, más aún, que ellos tenían razón no pudieron ver la realidad inmediata que se presentaba hasta el final con la perdida del líder, el que si miraba y comprendía la presencia del ente y el uso de la razón para poder abordarlo:
Sin embargo, Benjamín y Clover sólo podían estar con Boxer después de las horas de trabajo, y a mediodía llegó un furgón para llevárselo. Los animales estaban trabajando bajo la supervisión de un cerdo, eliminando la maleza de los nabos, cuando fueron sorprendidos al ver a Benjamín venir a galope desde la casa, rebuznando con to¬das sus fuerzas. Nunca habían visto a Benjamín tan excitado; en verdad, era la primera vez que alguien lo veía galopar. «¡Pronto, pronto! —gri¬tó—. ¡Vengan en seguida! ¡Se están llevando a Boxer! ». Sin esperar órdenes del cerdo, los ani¬males abandonaron el trabajo y corrieron hacia los edificios de la granja. Efectivamente, en el patio había un gran furgón cerrado, con letreros en los costados, tirado por dos caballos, y un hombre de aspecto ladino tocado con un bombín aplastado en el asiento del conductor. La cuadra de Boxer estaba vacía.
Tomemos en cuenta que cuando hablamos de alguien decimos que no es en realidad lo que parece ser o, en general, que las cosas no son lo que parecen a simple vista, por esto es menester delimitar lo que decimos y seguir la precisión del ente relacionando lo aparente con la experiencia de la percepción, y el significando que tiene para si se puede llegar al fondo de la realidad y se supondrá que es una consideración más atenta y reflexiva de lo que hacemos normalmente.
Así eliminaremos lo que el racionalismo ha puesto de relieve, que sólo por la razón conocemos en realidad las cosas, aun las sensibles, mientras que el empirismo ha destacado que sólo lo sensible es objeto de verdadero conocimiento. Retomaremos pues las dos corrientes para poder arribar a puerto firme que es la percepción misma del Ser a través del ente, esto es lo que nos muestra Orwell, ya que nos permite conocer mejor las primordiales y originarias del sistema y nos muestra lo que acontecerá al alejarnos de la presencia del ente, donde el mismo lenguaje cambiara y no habrá mas posibilidad de apelar a la realidad.
La destrucción de las palabras es algo de gran hermosura. Por supuesto, las principales víctimas son los verbos y los adjetivos, pero también hay centenares de nombres de los que puede uno prescindir. No se trata sólo de los sinónimos. También los antónimos. En realidad ¿qué justificación tiene el empleo de una palabra sólo porque sea lo contrario de otra? Toda palabra contiene en sí misma su contraria. Por ejemplo, tenemos «bueno». Si tienes una palabra como «bueno», ¿qué necesidad hay de la contraria, «malo»? Nobueno sirve exactamente igual, mejor todavía, porque es la palabra exactamente contraria a «bueno» y la otra no.
El logos del hombre perdería el sentido y eso es lo que predice con más razón el autor, dando así la imposibilidad de encuentro con una verdad que debería de estar patente en cada ente, se perderían las cualidades principales y se llegaría al holocausto.
De esta forma se nos traza el camino de la verdad desde la perspectiva de un escritor que retoma y predice lo que acontecerá con la realidad y como se alejaría el hombre como logos de este si no se sigue el camino del ente. La transmutación de una novela fantasiosa y critica de un sistema también esta llevando al ocultamiento del Ser si no se mira con claridad lo que acontece y se le da paso al valor del ente.
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