|  La hierba negra-ROnneth (JOrge Amaya S.)
 
 Y golpeó certero
 En la calma y el placer.
 Destrozó sinceros
 Humores ardientes,
 De sempiternos clamores
 En pos de un silencio
 Inocuo y vanidoso.
 
 Cual despertar doliente
 Dentro de un cielo oscuro
 Muriendo,
 Drenaje hirviente.
 De sabores amargos y secos de labios
 Cerrados y pegados.
 Taciturnos.
 
 Abandonado en la calma,
 De vapores mortecinos
 Se inundó el aire,
 Y el viento exploró mis oídos, estridente.
 
 Así nacieron mis primeras pupilas
 Al cielo azulgrisnegro
 Cual fuego extinto en ignición,
 Nublado y en llamas.
 La hierba apagada prendía en rocíos reflejos,
 De millares de estrellas en constelaciones hídricas,
 Indolentes y furiosas,
 Bélicas de rabia, celosas.
 
 
 
 Me erguí y admiré
 Espirales infinitos.
 Angustiado en penumbra,
 Golpeaban los gritos.
 Y dendrático se alzaba,
 Como rompiendo el cuadro,
 El gigante de madera,
 De un ébano macabro.
 
 
 Y del pasto muriendo
 De negros diamantes,
 Nació su sangre púrpura,
 Brotando al compás de la hiedra.
 Muerta.
 Que en nueve lunas,
 Transformó en bestia al ser.
 Sogas, hierros y cadalsos,
 Adornaron llameantes su amanecer.
 
 
 Promesas de engaños
 Al momento de jurar sinceridad,
 Me ofrecen su gloria las flores
 Marchitas de inversa trinidad.
 Que se van durmiendo con mi despertar.
 
 
 Cantos lascivos embeben el aire,
 Densos y llenos se alzan invisibles.
 Conspiran a destiempo arreboles con donaire,
 Golpean la tierra húmeda y terrible.
 
 
 Me alzo y ruedo por la hierba negra.
 Hierba etérea, oscilante.
 Y el pasto se absuelve,
 Fornicante en su inmundicia.
 Contonea con la brisa en su cenit.
 Liberándose de culpas,
 Martirizando la nieve
 ...ausente y ceniza.
 
 Nieve oscura
 De un fino polvo negro.
 Que embellece la inmundicia,
 De sus raíces de hierro,
 Enlutados en bromuro.
 
 Y ahí la hierba deliciosa en sí,
 Recostado en su espera se posó bajo mi.
 Esperó mi silencio y durmió mis canteras,
 De sal y de sangre violeta mente carmesí.
 Y desperté nuevamente
 Y todo otra vez sucedía.
 Sangré fuertemente la tinta,
 La tinta de luz,
 De ese amanecer ficticio,
 De máscaras purpuramente infinitas,
 De ese dia que nunca fué de mañana.
 De un corazón que no palpita.
 
 De un cielo irresoluto,
 En su tormenta en llamas.
 En su lujuriosa cromátide,
 De ventiscas inexorables.
 Y así, dormido y sufriente,
 Quemé mis ojos con agua
 Que reposaba durmiente,
 Los pozos de la hierba negra,
 De aquella llanura en espera
 De los pasos de mandrágoras,
 En despertar que otro sueña,
 Más que yo veo en mis quimeras
 Cada noche cuando las velas,
 Se violentan en espermas,
 Del gran señor del fuego,
 Que de mi hizo heredero,
 Djin forjador de las estepas,
 Anfitrión de todos los ocasos del mundo muerto.
 
 ...este, nuestro sueño en vida eterno.
 
 
 
 
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 SueñOs.
 ¿Quién controla a quién?
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