Cuando las costumbres se hacen historia
y la historia termina con la obsesión
las imagenes y los versos se incrustan
y yacen bajo un cielo escarlata, impreciso
relativamente etereo y fugaz.

Esas historias que hoy por hoy cuentan
que la atención de esos días estuvo desviada
estuvo prácticamente insostenible
y perfectamente posicionada
pues las ansias y la espera no fueron en vano
y la salinidad de las lágrimas, acomodada.

E insurrectos los episodios malditos,
insistentes claman por otra página
irrespetuosos siguen buscando otra verdad
una más lejana, menos precisa,
simplemente onírica en días como estos,
en episodios como el de hoy.

No vemos caras, nos hallamos, corazones
y la sensación de insuficiencia
se contrasta con la reticencia al olvido
y muerde progresivamente los labios de la verdad
y sangrantes estos siguen acabándose
siguen cosechando miedos e inseguridades
y las costumbres lo azuzan
tientan y desbordan en pleno
cual vaso de agua
lleno de amor.

Una despedida vale por mil bienvenidas
y mis adioses son solamente esperados
pues mis ojos son imbéciles, esperanzados
y mi alma plena consciente
vuelve esta analogía inaudita
en prolijidad, cual oráculo misterioso
descansa en sus palabras la seguridad
la antiverdad de sus gritos
y la seria concurrencia al espanto
que precede a los gritos y las arritmias
de una página nueva, libro cerrado
que viene a cumplir puntual su pacto
para abrir los ojos, cerrar la boca
y continuar, sin mirar atrás.