Y entonces suenan truenos bajo la lluvia fría y el cielo se llena de luces de colores como sucede con la llegada de una nave espacial abriéndose las nubes como las piernas de la madre de tiriquitriki y la placenta que se le va al infierno. El doctor era un criador de mulas que tenía experiencia en alguna clase de partos pero que no dice la verdad para que la mujer en necesidad de ayuda no se desesperase, y se dejase ir
- ¿Sabe? Cuando mi madre me tuvo... - pero la mujer no deseaba oír - sentía las voces de los truenos - y de pronto parió. Parió un hijo azul
- Debería llamarlo Tiriquitriki, dijo el doctor con una sonrisa de sabiduría dibujada en su labio entuerto
- Así lo haré - dijo la madre de Tiriquitriki.
Y es así como Tiriquitriki nació.
Los profetas son sentidos de antemano, basta con que la cultura posea un lenguaje para hablar al respecto o que la madre lo intuya mediante sueños visionarios obra de Dios y guarde el secreto en su corazón. El chico suele salir un poco extraño de caracter. Cuando niños parecieran poseer alguna traza de desperfecto de fábrica, no se creen el cuento de la abejita y actúan de manera poco común ante las estupideces de chicuelos de su edad y poseen una paciencia infinita para con las estupideces de los chicuelos adultos. Sabe que todos son niños. Y mucho de ellos - de los profetas cuando niños - se encierran en lugares en donde no son vistos y rezan a su dios; algunos lo hacen a la vista de todos, pero nadie sabe, y difícilmente pueden saber, qué es lo que están haciendo (llegan entonces a la conclusión de que están haciendo cosas, pero nadie sabe lo que esas cosas son).
Hoy en día nadie habla de profetas, Isaias, Jeremías, esos tipos pueden ser explicados mediante análisis lacanianos. Y todo el mundo está contento, menos Tiriquitriki, el niño azul, que siente una profunda inquietud color lila en su pecho, justo al lado de donde late el Corazón.
Sabe que en el mundo se mata gente. Lo sabe porque lo siente, pero sabe que por que es sólo un niño no se le dará ninguna explicación, azorados los adultos no sabrían qué responderle, porque nadie sabe responder, ni pueden.
Tiriquitriki, el niño azul, sabe que puede perder su color de ángel y entonces hace un pacto con el Diablo:
- Te entrego a ti, oh Diablo, mi color para que lo guardes y me mantengas conciente mediante el sufrimiento para que así éste no me haga olvidar - y, muy bajito, en su corazón, se susurró a sí mismo: "y no me convierta en uno de ellos". Y en ese instante perdió su color y el Diablo desapareció sin decir palabra desde el otro lado del espejo.
No, no fue el artista del hambre de Kafka - (se recomienda a quienes lean este cuento a niños darle a leer primeramente ese "fantástico" relato) - no fue en eso en lo que se convirtió. Tiriquitriki se hizo Presidente y Rey. Presidente de la República de Tiriquitritania y Rey del país de los Tiriquitralandeses. Como Presidente de su propia patria realizó unas cuantas reformas y revoluciones, La Revolución del Silencio, fue la primera de todas ellas. Luego, a los catorce años realizó la Revolución de la Sonrisa junto con la reforma completa del Escuchar, enlazaba los dedos de una mano con la otra a la altura de su pecho y parecía un Papa mientras de su corazón salían como unos dientes que se comían y tragaban el dolor ajeno a medida que sonaban las palabras de colores tristes de quien se hallaba frente a él. Gloria del Señor
A la edad de veinte años realizó la Revolución más interesante de todas y que le cambiaría la vida: La Revolución Telepática, para ello hubo de radicalizar aún más la Reforma del Escuchar y la Revolución del Silencio (amén de otras Revoluciones y Reformas que nos llevarían mucho espacio el sólo nombrarlas aquí, la Revolución Empática, la Reforma Diétetica y de Ayunas, entre otras).
A los vientidos años realizó la Revolución Astral.
Hemos perdido rastro de él, sabemos que aún anda por ahí.
Lo esperamos, en el momento en el que alcance la Revolución del Sueño.
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