Esa mañana Don Miguel se despertó con el canto de las aves que llegaban a su ventana. Realmente hacía muchos meses no se sentía tan bién, el aire matutino llegaba fresco a toda su humanidad que El solo quizo levantarse. Vale la pena aclarar que Don Miguel llevaba meses postrado en cama.
Pero ese día se levantó, salió de su casa y caminó por la alameda rodeada de arboles, disfruto el canto de las aves, la tibieza del sol, la risa de los niños que jugaban en el parque. Deambuló por ahí sin rumbo, sin prisa. El, que ya no recordaba el sabor de la felicidad, de la tranquilidad. Esa mañana fué tan feliz.
Pero al llegar a casa escuchó llantos, Don Miguel no pudo comprender el motivo de esa tristeza; justo el día que el más feliz se sentía.
Entro de prisa a su casa y al llegar a la habitación observo a toda su familia alrededor de la cama donde estaba tendido su cuerpo. En ese momento supo que era el momento de partir.