Supongo que estoy poco acostumbrado a estar enfermo, aunque entiendo que más que acostumbrarnos nos resignamos a ello. Apenas pasé dos día en cama sin poderme mover, para reafirmar mucho más mi postura ante el ya antiguo debate sobre la eutanasia.
Actualmente en España, vuelve a estar en el candelero el tema por Inmaculada Echevarría, una paciente con distrofia muscular, ya lo fue también por Ramón San Pedro y muchos otros no tan conocidos. Para mi siempre fué bien sencillo: "vive y deja morir", si alguien cree carente de sentido su vida y no comprende el tener que pasar el resto de su vida "conectada a una máquina", que le obligue a vivir, por favor, ¿que nos importa a los demás? ¿somos acaso nosotros, o será el obispo de turno quien tenga que cumplir esta condena?
Esta claro que todo el mundo tiene derecho a la opinión, pero, en temas tan inmensamente personales, no debería pasar de ser una simple opinión. Defiendo y defenderé que cada uno con su vida haga lo que quiera, sin hacer daño a los demás con esto. Este principio tan básico se lo salta la iglesia y otros organismos represivos, a partir del momento en que no dudarían en condenar a la vida, a alguien que, desgraciadamente, no la quiere.
Si no es my vida, ¿para que tengo yo que venir a impedir que alguien haga o deshaga con ella lo que deseé?
Muchos, en el reciente caso de Inmaculada, se agarran a que no es eutanasia, porque más que terminar con su vida, se le privará de los mecanismos médicos que la mantienen con vida. Muy bien señoras y señores, llámenlo como quieran, pero estamos ante un debate que ya se tubo con la muerte de Ramón San Pedro y la sensación que tengo es que tenemos una ley que niega la eutanasia, a pesar de que la gran mayoría estaría conforme en aplicarla de forma regulada. Entonces, es que en el siglo XXI estamos influenciados o chantajeados por la iglesia ... ¡¡no, por dios!!
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