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“Vemos, pues, que puede ocurrir que consideremos como presentes cosas que no existen, lo que sucede a menudo…” – Quien pronunció estas palabras, en el medio de la noche, sentado sobre cubo de metal y frente a un fuego, era Espinoza, casualmente leyendo a su tocayo del siglo XVII. Deseaba instruirnos, a nosotros, quienes guardábamos el secreto de su existencia y que íbamos a visitarlo de vez en cuando al basurero municipal en el cual moraba y en cuanto al cual se sentía de manera tan extrañamente indiferente.

- Retorna a la proposición – le pidió Arturo – siempre, o más bien, casi siempre hacíamos así, leíamos y retrocedíamos, leíamos más y alguien pedía para retroceder aún más atrás, luego silencio, pensábamos, alucinábamos el rostro de Espinoza, de ese ser tan extraño vivo, que a veces cambiaba de figura, multitudes de rostros parecían asomarse sobre su rostro de carne y hueso, cubriendo a éste último, como seres provenientes de no se sabe dónde que venían a inspeccionarnos, allá arriba las estrellas, abajo los muertos, en el pobre espectro del medio, de la superficie, los vivos… los que no sabemos, los sedientos de entretenimientos y los que intentamos copar este mientras tanto.

- “Si el ser humano experimenta una afección que implica la naturaleza de algún cuerpo exterior, el alma humana considerará dicho cuerpo exterior como existente en acto”… - la pausa evidenciada mediante los tres puntos suspensivos evidentemente se debe al Espinoza vivo, de esta manera profundiza en la trayectoria que desea darle a nuestro entendimiento, luego de la pausa y cinco rostros prosiguió – “o como algo que le está presente” – pausa, un rostro fantasmagórico de mujer sonriente – “hasta que el cuerpo experimente una afección que excluya la existencia o presencia de ese cuerpo”.

- ¡La racionalidad! – exclamó Arturo de pronto – esa afección es la necesidad de la racionalidad.

- ¿Y cómo concibes la primera afección, la que implica para el alma la existencia de un cuerpo que la segunda afección excluye, ésta segunda que tú tan bien denominas “necesidad de racionalidad”?

- Obedece a una necesidad que no implica la racionalidad

- ¿Cómo podemos entonces racionalizar el conjunto de ambas afecciones y lo que sucede entre ambas?

- ¿Qué sucede entre ambas?

- Se destapa algo que de pronto se tapa

- Se tapa una vez que ese algo ya nos alteró, es decir, una vez que “la cosa inexistente” provocó en nosotros un efecto, una vez que cumplió su propósito.

Espinoza no hablaba, esta vez parecía una estatua de piedra, de pronto su piel pareció cuartearse y la sensación de que iba a caer hecha pedazos que hizo tan real y patente que Arturo y yo nos asombramos, gimiendo del susto.
Nunca todo regresaba enteramente a la normalidad, por esto tales veladas eran secretas y eran ansiadas, cabía en nosotros una sensación de inagotabilidad, y siempre era posible que se presentase algún brujo macabro que creyese haber descubierto en Espinoza al elefante del circo; entonces en tales momentos cabía la posibilidad de que cualquier cosa se transformase en cualquier otra, la noche en día o la noche en momento de eternidad, la vida en un adiós, la muerte en un espectro o nosotros en gigantes en medio de edificios reales de cartones de leche, las ratas en parcas que llevan destinos de un sitio a otro, los gatos en seres portadores de ojos de duende, las luciérnagas en hadas aladas que nos hacen reír, y cuando todo se confirma y la alegría se ha convertido en éxtasis profundo de posibilidad cae esa llovizna helada que todo lo confirma una vez más.


Texto agregado el 10-03-2007, y leído por 118 visitantes. (0 votos)


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