El eco de los gritos ya no me ahoga,
puedo respirar, subir hasta la cima de mi mente a buscar…
Encuentro cenizas, dolor, cicatrices de la vida, amor,
no sé si uno de estos días encuentre algún retazo
de una pieza de colección que me entregaron en las manos
a pesar de mi negación, … tal vez encuentre un pedazo de rencor.
Voy trepando lentamente por la pendiente escarpada de mi interior.
Ahora estoy sentada a la vera de un camino.
Cuando miro hacia delante veo que se bifurca en varios senderos,
pensar que hace tiempo me impulsaba la ansiedad
y era tan fuerte el desafío, tan grandes las ganas de avanzar,
que no podía siquiera sentarme como ahora… a descansar.
Ya no me preocupa qué será. Podría ser difícil, muy fácil quizás,
¿Con qué cosas puede la vida sorprenderme por detrás?
Si me quebraron los pies… y aún tengo ganas de caminar,
Si me rasgaron las manos… y no he perdido la intención de abrazar,
Si me quemaron los ojos… y veo mejor, nunca dejé de mirar,
Me quitaron el corazón… y me sorprendo de cuánto puedo amar.
En este mar enorme, donde todos aprendemos a nadar,
pensé que el perder la vida me llevaría al final.
El día menos pensado, cuando sentía estar viviendo,
me arrebataron la vida misma … y aún no me estoy muriendo.
Es tan perenne mi espíritu y necesaria mi agonía
que no puedo declinar, el alma no me deja naufragar.
Habrá quienes necesitan de mi equilibrio prudente,
para mirarse en un espejo en el que no se ve la muerte
aunque las reglas del mundo contradigan la realidad.
Sigo adelante, con el corazón lleno de esperanza
porque el mar no se enfurece y su cadencia me atrapa,
para invitarme a soñar, a vivir, a ayudar, a amar…