La Magdalena, amor apócrifo.
Estoy aquí por decreto del destino o albur de lo inasible…me enamoré del mar de sus ojos y de la tierra en la bondad de su cuerpo con aroma a noches húmedas y rocío del sexo abierto como un perdón entre sus brazos renacida. Evocar su voz de veneno hundiéndome en su tótem hasta la garganta por donde salen las luciérnagas arremolinadas del orgasmo...
-¿Eres feliz, me pregunto?...Sabiendo que me hacía incurablemente suya.
-Lloré de pudor y vergüenza, era la primera vez que no me sentía una puta, sino simplemente una mujer de carne y hueso enamorada.
-No me has contestado, perra, perra mía. ¡Ay! Que me matan tus formas de azúcar blanca y tu pelo negro como maldición de Satán. ¡Ve, vístete de blanco!...De ahora en más eres mi mujer, mi esposa y la madre de mis hijos…
Magdalena, lavó los pies del hombre santo con su pelo y le lamió los meniscos como un acto de arrojo y arrepentimiento. Él volvería una y otra vez al lupanar de las magdalenas que venden su alma a los fariseos y filisteos. Pero, ahora debía hacer chasquear su látigo en el Templo: demasiada locura condenada en la necedad de los mercaderes de baratijas y misterios de circo.
-Es tarde, pronto irán a entregarme los judas que desean tu alma, mas sólo yo te perdono en tu acertado silencio y entrega. Tus pecados te son absueltos.
- ¿Y tú me lo dices?...
- No opondré resistencia, luego vendrás a bajarme del madero, enjugarás mis lágrimas y no habrá más escándalos.
-Quédate conmigo, no vayas al Templo, están buscándote para enjuiciarte, temen el disturbio del Día del perdón.
-Regresa Magdalena, no me sigas, eres demasiado mujer para un cristo humano que están por entregar.
- ¡No te vayas, amado! ¡Exorcizaré a los herejes que viven en mi cuerpo y te entregaré mi vida arrancada de un tirón! Podremos cambiar el rumbo de los acontecimientos y nos exiliaremos en algún desierto libre de lenguas viperinas y maldiciones…
-¡Oh! Magdalena, el mundo te recordará como la del oficio mas viejo de la tierra y a mí como al cristo enamorado de una santa pecadora...
-¡Gracias mi señor por haberme curado las heridas del espíritu y de la carne!...Sólo viviré para evocarte transida de luz, amor y fuego!...
Esta historia la contaron los sobrevivientes de los amigos comunes de los protagonistas.
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