- la casa dorada aquella - la de hace tiempo, la de aquella vez, única e irrepetible. Cuando en la época estaba habitada por Orgón, aquel ser misterioso al que le pusimos un montón de nombres, todos tan representantes de su esencia y todos tan distintos entre sí. La casa aquella, la casa dorada.
estoy caminando de un lugar a otro en compañía de Manuela, una chica que recojí en mitad de algún camino, una chica que iluminó con su sonrisa como diciéndome "sé que eres un ser extraño", entonces le di la mano y comenzamos a caminar juntos hablándonos como si nos conociésemos de toda la vida, sintiendo el silencio juntos y el nacimiento de una sensación de tranquilidad (¿por qué es junto a alguien que puedo sentirme enteramente solo, perderme en mí mismo con la misma tranquilidad de quien está dormido? ¿Será porque algo escucha?). Enseguida hablamos de los amigos comunes, de aquellos que se sienten, no precisamente que se conocen, es una cosa rara: aquellos que se sienten y por eso se conocen. Basta con nombrar a uno y entonces se es capaz de imaginarlo y, a pesar de no haberlo conocido, surge en el recuerdo.
El camino, una cosa extraña el camino, incomoda conversar sentados y por tanto es imprescindible caminar, no se sabe hacia dónde se va, cuando somos dos que caminamos juntos no se puede saber hacia donde se va, la intuición se vuelve doble, se obedece a una intuición común, a una fuerza común, al mismo tiempo sabemos cuándo doblar una esquina o cual calle cruzar, nada se planifica, uno se deja ir, ambos se dejan ir, es como confiar en una fuerza mutua sin saber lo que se hace... porque todo es recuerdo reviviendo. |