Carta # 3
Judith es tan esbelta como sensual. Su cabello largo y sus ojos de niña-mujer seducen cualquier mirada. Es demasiado joven y todavía le tiene miedo a sacudir el panal de la crítica, pues aún no se atreve a enfrentar al mundo. Sus silencios dicen más que sus palabras y de esos momentos de no sonido, pero mucha expresión, surgieron las siguientes líneas:
Silencio
Viajó millones de años luz, traspasó galaxias y universos; sobre los más extraños planetas reposó sus manos y sus piernas, largas y hermosamente esbeltas, se posaron sobre los más fantásticos territorios.
Junto a los inhabitables asteroides sintió que una mirada le acariciaba el rostro, sereno y suave. El rosa de sus labios y su nariz infantil fueron presa de la fascinación.
Su cabello fue delicadamente recorrido y en el hombre sintió una mano tibia que la hizo volver y cruzar el espacio, adornado por millones de tintilaciones.
Osas mayores, apolos míticos, limbos serenos, olimpos profundos, paraísos budistas, edenes islámicos y la Gloria judeo-cristiana fueron recorridos en una fracción de fracciones de segundo.
Sólo bastó esa mano en el hombro, ansiosa por una audacia mayor, y escuchar su nombre para volverse y preguntar "¿sí?"
Esta aventura sideral tuvo que ser por ti vivida con tal de ver tus ojos pequeños, de niña triste y mujer preciosa, de cejas arqueadas y densas.
Todo porque quería un pretexto para mirar tu rostro y escuchar tu voz. Regresaste de tan lejos para tenerte a unos centímetros y darme el gusto de observar que esta loquera escrita te arrugue el entrecejo y provoque un chasquido o sólo despierte una sonrisa de mujer halagada.
Judith, nombre bíblico, ¿qué tormentas escondes detrás de tu silencio?
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