Sentado en una silla metálica
con fines de adormecer el cuerpo
más que reposarlo,
y tomando una cerveza.

Oyendo música de otros tiempos,
talvez de cuando fui concebido.

Mezclado con el sonido de los perros,
las camionetas, un fósforo acabado de encender.
Con la dueña del lugar destapando botellas
y sirviendo octavos en bolsas.

Observando las riñas de los ocupantes,
ebrios más por los problemas de la semana
que por los monumentos de vidrio que ocupan
las pequeñas mesas.

Doy un ¨trago amargo¨ que me sabe dulce
para entrar al ambiente y enciendo otro cigarro.
Escribir se ha vuelto tarea difícil,
mis manos están ocupadas por los vicios
y se manchan éstas de residuos líquidos
sobre la asquerosa mesa.

Son tres hombres y un niño.
Uno es rojo, el otro crema,
el que le sigue es nulo.
Perfecta escena de la realidad política.
Contraste de ideas entre dos
y siempre el estúpido que nunca se decidió,
que no tiene opinión y no vota.

Y el niño...
presa fácil del mejor postor.
Su devoción y creencias estarán puestas
en lo que representa uno de los dos hombres
que lo termine de convencer.

Va más allá de la preferencia hacia un equipo de fut bol sin trascendencia.

Qué lástima me dan
y más lástima me doy yo,
que la hago de reportero y no de protagonista,
con tal de mantener el perfil bajo y no ser criticado.
Me doy asco, y a mi mesa he de darle asco yo también.

Sólo es cuestión de ver quién cede primero.
El niño, la mesa o yo.

Mientras tanto dejaré de escribir...
para seguir fumando.