…"pero una palabra tuya bastará para sanarme"…
Rito de Comunión, Santa Misa.
El otro lo golpeó ferozmente, con voracidad, con desesperación; mas de un puño estalló en sangre, más de un golpe dejó un sello morado.
El hombre se había dejado abordar por los ataques: ése era su código, ése era el tamaño del asco y de la lástima que sentía por quien lo molía a golpes.
Cuando el otro se cansó de golpearlo, de sangrarlo, de escupirlo, el hombre se le acercó sin apuro y al oído le ordenó: -Moríte.
Al otro las pupilas se le dilataron,
la boca le salivaba,
los pensamientos le estallaban en la cabeza,
algo en el cuello, en la base del cráneo, en su nuca, se quiebra, se rompe, se astilla.
Finalmente se vacía el cuerpo, se derrumba y se despeña contra el piso de hormigón, sangrando la nariz, abierta la boca, reducida el alma. |