en eso he estado a lo largo de meses y meses. no soy escritor ni artista, tan solo me gusta escribir una que otra vez, pero hace poco escuché que una amiga deseaba que le escribiera un cuento. le dije que lo haría. esto tiene su historia. hace mas de veinte años que escribo dos horas al día. por supuesto que de eso no vivo. para comer y comprar libros, ropa, etc, trabajo duro y parejo en una fábrica de ropa. soy cortador y la empresa de dedica a elaborar ropa para gordas. todas las cosas que hacemos son para gordas. hay tanta demanda que hasta nos hacen trabajar de noche, y yo soy uno de los cinco cortadores de tela. nos dan el metraje, la cantidad, los diseños y cortamos. eso es lo que hago durante mas de diez horas al día. nos dan media a una hora de refrigerio y luego volvemos al trabajo, pero nunca salimos antes de las diez horas al día, incluso los domingos laboramos cuando hay mucha demanda. lo extraño es que cada año la demanda crece y crece como las uñas. pero, cuando a uno le gusta eso de leer y escribir, se hace un espacio y en medio de las telas, se pone a escribir sobre un cuadernillo que tengo siempre en mi bolsillo. hay veces en que voy al baño y me encierro para escribir. no paro de hacerlo hasta que alguien toca la puerta como si quisiera romperla. siempre les digo que estoy mal de estómago y por eso es que demoro en salir. desde esa vez, el jefe puso un tope en el tiempo del uso del baño. diez minutos como máximo. desde esa fecha, busco otros espacios, es decir, hago algo que detenga el avance de la fábrica. hay veces en que digo que falta tela, es decir, la escondo, o la pongo bajo la ruma de fardos de telas y espero, eso es algo así como quince minutos, y aprovecho para escribir, diciéndoles: voy al baño. nadie me hace caso y siguen en sus problemas. mientras escribo escondido. pero todo tiene su final, contrataron a un administrador para que controlase los tiempos y desde aquella vez, no pude escribir mas que en el tren que me llevaba a la fábrica. tuve suerte, pues, una vez, el administrador me preguntó por lo que tenía en mi bolsillo. le dije que era un cuadernillo. me lo pidió. se lo di y se fue con mi cuadernillo. eso me puso muy mal, era como si estuviera llevándose a mi novia... por suerte me devolvió mi cuadernillo. a la salida, el administrador me llamó y me dijo si gustaba leer. le dije que sí pero que mas me gusta escribir en mi cuadernillo. sonrió y me invitó a tomar un lonche. acepté y luego, me presentó a unos amigos que gustaban leer y comentar libros y escritos. no me gustaba esa gente, prefería seguir escribiendo por mi cuenta, y eso se lo hice saber al administrador de la fábrica. y desde ese día, este, me dio una hora para escribir en su oficina. lo malo de eso es que no me gustó eso de escribir en ese cuarto que no era mío, sentía como si alguien estuviera vigilándome. le dije que no podía aceptar y que muchas gracias. le dije lo del baño y aceptó. todo iba bien hasta que vino a trabajar un chica que gustaba leer, me dijo qué escribía y le dije que cualquier cosa escribía. dame para leer, me dijo. le di mi cuadernillo y le gustó tanto que me contó toda su vida, eso me gustó pues era como si estuviera leyendo una novela. le dije que me siga hablando. ese día me contó una parte, luego, otro día, me contó. pasaron varias semanas hasta que supe que debía escribir una novela, pero, el problema, la chica nunca me dijo los nombres de sus padres ni que ropa ni que forma de hablar, ni que color de ojos tenían sus parientes. se lo pedí, pero se negó, y ahora me hallo aquí, buscando a mis personajes, y no puedo dejar de pensar en estos personajes que parecen sombras persiguiéndome, o como murciélagos colgados sobre la oscura cueva de mi inconciencia, noche a noche, día a día... esperando encontrarlos, o que ellos me encuentren a mí...


san isidro, marzo de 2007