Glub toma un cigarro recién ofrecido por un individuo extraño y desconocido que se derrite en la esquina, y lo enciende sin mirar la noche, por el contrario, ve fijamente el asfalto y un aura negra le zumba en la cabeza como una colmena. En el asfalto una escarcha mugrienta titila como estrellas y Glub desaparece precisamente en aquel segundo mágico en que no hay miradas sobre él.

De pronto el cielo se cubre con una masa de nubes negras tan densas como la capa negra de Glub.

Él era el principio y el final de una historia.