Tú llevabas aquel encanto que te era propio, tu cuerpo impregnado de un éxtasis deletéreo, tu deseo que alimentaba mi libido y tus acciones que temía… Las mismas sensaciones fueron las que abrazamos el día en que elegimos estar juntos… para entrelazar nuestros destinos; para mezclar nuestros sabores y nuestras humedades. Yo llevaba un cáliz de sueños imposibles, la melena al viento y el pasado… como una agrietada historia subyacente agitándose en mi piel, enloqueciendo en mis venas.
Algo no salió bien; fue demasiada vívida fragancia la de tu sexo indómito, la de mi boca sobre tus senos. Se partió la frente contra el vidrio aquel amor desprevenido y tormentoso… y sangró largamente su desdicha eterna, su frustrado destino de percal…
Hoy mis manos ya no te alcanzan… son tan solo escarchados fragmentos despojados de ti. Es que te fuiste tan lejos… y tanto se desdibujaron tus ojos, que he olvidado el camino que juntos desandamos…
Y ya no siento nada… Es como si fuese parte de la nada…
Entre la niebla y el desierto voy vaciándome en la nada, sintiendo nada, esperando nada… y creyendo en nada.