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La habitación del pánico


Era inevitable, ya no había vuelta atrás. Había comprado un boleto sin retorno al infierno mismo. No sentir pánico sonaba absurdo, pero parecer calmado sonaba razonable, no quería levantar sospechas.
Luchaba contra todos mis instintos básicos que me dictaban salir corriendo, así que camine muy lentamente evitando tropezar y me senté en una mesa vieja de madera al final del recinto, donde a mi espalda se encontrara contra la pared.

Con la mirada fija en el piso y mientras secaba mis manos sudorosas con mi pantalón de lino azul, escuchaba aquel concierto coronario que nunca podré olvidar.
Se que había música ya que la gente bailaba y movían los labios como si cantaran pero la verdad no escuchaba nada, nada mas que el latido de mi corazón como una lavadora vieja y a punto de explotar.

Alguien se acercaba a mí desde la parte más oscura del lugar, podía sentirlo.
Quería gritar y salir corriendo, pero en este punto seria inútil, mi vida estaba a punto de desvanecer. Cada vez se aproximaba más.
Finalmente pude ver a una mujer, lo digo por su cuerpo y su forma tan peculiar de caminar ya que nunca llegue a ver su cara.
Decidí fijar mi mirada otra vez en el piso, no quería verla. De repente el miedo se torna insoportable y la espera infinita.
Mientras sudaba como un pulpo atrapado, vi detener sus pies frente a mí. Eran horribles, que me recordaban horribles criaturas de viejas películas de ficción.

- Hola, Juan --- dijo esa mujer (si es que se puede llamar así) con una voz ronca y cansada, que recordaba mas a la voz de un marinero ebrio que a la de una mujer.

Como sabe mi nombre si nunca he estado aquí! Pensé, pero no me aventure a decirlo

- Hola
- Lo de siempre Juan?

Asenté mi cabeza resignado sin saber que me quería decir, lo único que quería era que me dejara tranquilo y se fuera, si no lo hacia sufriría un ataque cardiaco o aquella extraña muerte que da por un miedo intenso cuyo nombre no recuerdo.
Finalmente se alejo de mí repentinamente.
Solté un suspiro de alivio, aunque este sentimiento duro poco porque minutos después pude observar a este monstruo acercarse a mi con una botella dorada en uno de sus horribles tentáculos volví a fijar mi mirada en el piso para no ver su rostro.
Dejo la botella en la mesa de madera mientras yo intentaba que no me rozara siquiera su pegajosa piel (si es que se puede llamar así), luego se volvió a alejar.
Temblando y nauseoso vi que era una botella de ron que rápidamente la volví etérea, volví a soltar un suspiro. Deje de escuchar ese maldito bamboleo de mi corazón y por fin pude escuchar la música. Mi sudoración se desvaneció y aquel miedo fue reemplazado por confort absoluto.

Y me pregunte: porque no la invito a bailar? Es la mujer más hermosa del mundo.


Texto agregado el 07-03-2007, y leído por 133 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
07-03-2007 Se me ocurre que es miedo a la soledad y el protagonista se niega, admitirlo. Me gusto, te mantiene atrapado, es ameno. Orlando ouacosta
 
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