Una cita en la playa…(Capítulo I)
Había decidido por primera vez, salir sola de vacaciones, mis padres me aconsejaban que buscara unas amigas, o que intentara una excursión en grupo, que te vas a aburrir, que estar solo en una habitación de hotel no es bonito, que muchas cosas mas, sin embargo, decidí que aquel seria mi verano, tenia mis propios planes y no me los desbaratarían así nomás, pensé en aventuras en la arena, en un paseo en bicicleta, en una cita romántica, y muchas fantasías que en la cabeza de una joven que se abre al mundo suelen anidar.
Pues bien, partí de la estación de micros y llegue a la pequeña villa marina al amanecer del otro dia. El micro paró en una esquina, porque de tan pequeña, ni parada oficial tenia, pero me embargaba tal emoción que no me di cuenta que la maleta pesaba igual que cuando la cargue al comienzo, todo era diferente, el aire marino era fresco y perfumado de sal y el murmullo de la olas cercanas se hacia inconfundible, llegue a la posada muy pronto, buscando en el mapa que me habian dado en la terminal de micros.
La dueña de la posada, una mujer joven y simpática me acompañó a mi habitación, la misma estaba debajo de una galería de mosaicos blancos y negros, había macetas con plantas, las cuales estaban muy bien cuidadas. La mujer me dijo: “Aquí todo es tranquilo, puede hacer de cuenta que es su casa , desayunamos hasta las 9 de la mañana, el almuerzo se sirve de 12 a 14 y la cena nunca antes de las 21.Si tiene alguna cosa en que podemos ayudarle, llámenos, mi esposo y yo, estaremos gustosos en ayudarla” Y se marcho, dejándome un juego de toallas y un solo jabón, no había shampoo, ni cremas ni perfumes, solo la pequeña cama de madera de roble, una mesita al lado de la cama en la cual descansaba un velador de hierro antiguo, un armario también pequeño y el baño, pulcro, pero de azulejos antiguos y gastados.
Me cambie de ropa rápidamente y estrene mi sweater de hilo gris ,me calcé los jeans celestes y las zapatillas livianas y blancas. La mañana estaba fresca, me dirigí al comedor, deseaba una buena taza de café, quizás unas tostadas, cuando llegué , la misma mujer, ahora con delantal , servia el café en unas tazas blancas apoyadas en mantelitos a cuadros rojos. Casi no había gente en el comedor, una pareja con algunos años, dos mujeres, que mas tarde supe eran hermanas y un matrimonio con dos niños. Terminé mi café saboreando cada sorbo, como si fuera aquel, el desayuno más rico que había probado.
Salí entusiasmada y tratando de percibir el aroma del mar, que maravilla! estaba llegando al mar, mi primera vez…..
Llegue a la playa, solo habia que cruzar los medanos… me quede quieta y extasiada, la inmensidad de aquel mar y el sol brillando sobre el agua me hicieron emocionar hasta que recordé lo que me habia dicho mi abuela hacia mucho, “Te vas a sentir pequeña, no hay nada que sea mas imponente y grandioso, se cuidadosa y respetuosa, el mar siempre es el dueño de la situación”……
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