Dulce gracia de tus movimientos
envuelve con tu calor mi cuerpo.
Las serpientes del edén nos tientan
a olvidar antiguos juramentos.
Mis ojos reflejan tus miedos
que sellan mis labios en tu cuello,
y la sangre en hilillos riega
la tierra que nos servirá de lecho.
El ritual que nos rodea
pasa indiferente a nuestros besos.
El altar y sus velas
se opacan por tu fuego.
El Dragón que callado nos observa
se regocija al ver nuestras penas
y los designios del Alto nos condenan
a una muerte certera.
Pero ya el cielo escupió lo que era
mi humilde y bella inocencia
que dejé enterrada a la espera
de ver si un día regresa.
Ya hoy las nubes me cierran
la puerta de la vida eterna
y a tu lado tu sombra me entrega
el pecado y la paz que encierras.
Texto agregado el 21-02-2004, y leído por 252
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