Ángeles y demonios conjugan la sentencia que está escrita en la noche donde las luces de la ciudad hipnotizan a través de parpadeos.

No se anida el ruego

No se han ido las gotas del último invierno, sucede que hielo a lo norte y en el rugir de la tormenta, en plenilunios lua procedo a desgarrarme la memoria.

Si mil marinos no hallaron la ruta nave hacia las especias y un almirante allanó con su cruz un continente; qué depara la esencia de un estoico paraíso.

Maga:

Hoy no canto está canción para llevarme ninguna mirra
Ni para pretender que la lluvia nos ha dejado solitarios

Canto en pos de un sendero
Un camino de orquídeas
Sin cardos que me claven por la espalda
Un adiós inmerecido

Canto fuego como campeador
Desterrado de su alma

No sé si en el verbo constelar esté descrita mi tristeza, pero arrojo estelas a la tierra, para señalar que no brillan mis pasos.

No confieso mis pecados
Ni me veo en más ojos que los que me dejaron ciego

Un hombre no es profundo ¡miente! el que haya dicho lo contrario. En su obsesión asesina, asesina lo bello porque no es sublime ¡inútil! un hombre es incapaz de embellecer a la musa... violenta la tragedia, roto, agrio, desesperado y notablemente irrumpe la palabra, balbucea, porque su lengua es parca ante el idioma de los bardos.

Se derrite la nieve, y la muerte no es pálida; se avecina la flor y el cementerio de colores escala llanos y montes. Un hombre abigarra su nublado rostro y el tornasol horada su piel hasta cancerar el hueco que tiene en vez de corazón.

No canto para el ditirambo
Ni para fenecer en lápida mi nombre.