Que bien te ves hoy. Creo que nunca te había visto tan bello y tan sereno. No puedo apartar mis ojos de tu rostro.
Hemos pasado tantas cosas juntos… felicidades y tribulaciones… sin embargo, tú ahí, tranquilo, como si te hubieses olvidado de todo, como si ya nada te preocupase. Cómo te envidio.
Duerme tranquilo que yo cuidaré tu letargo. No puedo evitar amarte todavía al contemplarte y recordar nuestras vidas.

Te traje un regalo, toma, es una rosa. Sí, sé que nunca te había dado una, pero la ocasión lo amerita ¿no crees?

Te contemplo por última vez antes de irme, recuerda que te amo. Espero no olvidarme del rostro que me dedicaste hoy y memorizo la paz de tus facciones, antes de arrojar el primer puñado de tierra sobre tu tumba.