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El habitáculo de la ducha semeja un sueño. Tal vez sea el halo del vapor que reflecta la incertidumbre, no lo se. Dentro de ella se está en un útero ficticio, simulado, en un lugar acogedor. En ella se flota. Allí todo lo mundano queda rezagado al último rincón, se lo lleva el río por el caño, entre los pies. Siempre opera una suspensión, un desdoblamiento. En la ducha se flota sin atavismos. Uno se lava de los pecados en sentido literal y figurado; con jabón y ácido sulfúrico.
……

Aquella mañana el hombre lavó sus genitales. Venía saliendo de otra noche enredado entre sábanas percudidas y el fino rencor de su mujer. Tanta frotación hizo que la humanidad le creciera en sangre. El hombre se puso a recordar la vulva de la última de sus amantes. Esa de catre, cariños y revolcones mudos. Afuera llovía a cántaros. El bramido del agua de la ducha mimetizó sus apretados quejidos; los más clandestinos. Con sus manos apretó fuerte el montón de carne henchida, mientras el shampoo le escurría a borbotones por detrás de las orejas.

Después del acostumbrado refracto vino la autoflagelación. Vino también lo de la puruña llena de paranoia. El hombre estaba acostumbrado a quedar en cuclillas después de la lujuria.

Más allá del aperitivo y el bajativo del restaurante; debe existir algo mejor –concluía el hombre-, algo que no fuese la fluoxetina, por ejemplo (puras ideas fragmentadas, metidas entre frotaciones y otros menesteres. Algo que pudiera calmarle los demonios que comían su conciencia como si fuera un trozo de ají picante. El hombre cavilaba a intervalos lúcidos mientras le aceleraba el ritmo al manoseo de su pene, entre estertores, espuma de champú y risitas de placer culpable. Tuvo el hombre que encender el ecrán de los ojos cerrados para proyectar las imágenes del culo ondulante y bien cuidado de cualquier mujer de 30 años sujetando su humanidad con las cuatro extremidades, entre mezclas de quejidos y el olor a lava losas de limón.
……..

La ducha es como la noche: siempre ordena las cosas, aunque sea sólo por un instante, un piojento minuto. En su receptáculo uno sabe de sí mismo, de cuánto uno pesa, de quién uno es. En ella se despliega un espejo imposible de quebrar, que nos habla de nosotros mismos a gritos prepotentes. En la ducha se puede oír el evangelio según nuestra propia alma trunca y puta madre, sin ninguna posibilidad de escape. Detrás de todo, del pre y del inconciente, está siempre la razón, que nos hace rebotar y se refleja en las palmetas de la cerámica del habitáculo. Y mientras tanto nos jabonamos los cocos. Pero también en la ducha, como en un altar del santuario, se puede invocar a la diosa vulva como si fuera un fetiche; se puede volar entre nubes y haces de luces blancas envuelto en aromas de perfumería, puede uno ser un asesino. Hay reencuentros con aquellos recuerdos que nos llenan de sentido; proyecciones.
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El hombre permaneció un rato largo en la ducha. Después del lavado de dientes un tremendo recogimiento le contrajo el cuerpo. Llevaba tiempo recostado en la tina con los ojos bien cerrados. La piel le lucía arrugada por la temperatura del agua. Sin mayores esfuerzos un racconto lo trajo de nuevo por los buenos recuerdos. Se sintió descargado, limpio, oloroso.

Otra vez se juró asimismo que levantaría el matrimonio de años; que iría al doctor para revisar el colesterol, que esta vez sí iría a dejar flores al cementerio. Otra vez cepilló sus dientes. ¡Los hijos también, claro que sí! El hombre adquirió el compromiso de llamarlos por teléfono apenas llegara ese día a su oficina. La mañana se le mostró prometedora, como todos los días antes de salir de la ducha. Pero sólo hasta allí.

Parado frente al espejo empañado, el hombre abotonó su camisa y anudó la corbata de turno. La toalla, perturbándole la cabeza en el secado, fue un hito que delineó la frontera entre el habitáculo y la fría baldosa del piso. El hombre se miró al espejo una y otra vez mientras los sonidos de la casa volvían a desparramarse sobre su testa. Afuera su mujer lanzaba, con la violencia acostumbrada, la losa en la fregadera, haciendo sentir su ira y la falta de estrógeno en su cuerpo añoso.
………….

El vaivén de la estampita con la imagen de la virgen colgada en el espejo del auto, contrastaba con el de las plumillas sobre el parabrisas. Llovía copiosamente. El hombre mascaba chicle para disimular la acidez y los humores del cuerpo. En la radio una mujer se quejaba. Poco podía entendérsele, pero era un lamento. La mujer cantaba a gritos entre violines y un piano pichulero. El auto: otra cueva donde esconderse de tanta gente.

El trayecto aquella mañana no aceptó desvíos. Fue capaz de contener como hormigón, todos los embates de su lado malo; de la moral díscola y la estela que deja a su paso. La cocaína lo ponía duro en todo sentido y lo lanzaba armado a la vida. Perfume, lustre y gomina, lo coronaban como el rey del piso 16, con vista al cerro Santa Lucía por un lado, y al río por el otro. A los pies del edificio se congregaba una nación de transeúntes que parecía portal de hormiguero en alerta de ataque. Sobre el escritorio, las carpetas semejaban un lego de infinitos colores. Alegro- Danza Pastorale- Vivaldi, en los parlantes de su privado y un rumor a vacío incontenible en sus adentros. El hombre vio la vida transcurrir como una lámina repetida de álbum, con ese mismo sentimiento de rabia que despierta y aviva en todos el deseo por algo más. ¿Café? ¡Por supuesto que sí! ¿Cigarros? ¡Sólo afuera, porque la ley ya no lo permite! Mucha gente dando vueltas. Gente afanada; buena y mala, todas con paraguas.
…………
El habitáculo del ascensor es una urna que parece confesionario. Peor aún cuando esos espejos te dejan frente a tu inconsecuente mirada cuando es de noche y se viene saliendo del trabajo con sed de todo. Cuando viene lleno es otra cosa: se toma aire y no se respira; no se mira a ningún lado para no intimidar al de más allá. Se desenfunda la libreta de las tareas pendientes como asimismo el listado de ordalías. Se choca maliciosamente con las nalgas de cualquier oficinista en busca de matutino pecado. Se traga uno el aliento delator. Nos guardamos para que los cuervos no nos coman los ojos, hasta que las puertas se abren otra vez y se suelta al rebaño por los pasillos. Sólo y de noche es distinto: en el ascensor y sus espejos se proyecta nuestra imagen del diablo. Somos niños en un paseo de curso. Suena la campana, el murmuro de un juego olvidado, quizás guardado, suena el corazón y se entera uno de sus existencia.
………..

Se abrieron las puertas del ascensor y de él bajaron las mujeres que entre risas se perdieron en el pasillo que llevaba a las oficinas del factoring. El hombre entró en él y como un autómata marcó el botón que llevaba al primer piso. Recordó que temprano en la mañana del día siguiente y todo el próximo trimestre movible del año, debía: UNO: Entregar y retirar bienes muebles y valores mobiliarios en custodia o en garantía, robarse su parte y contratar y administrar cajas de seguridad y bóvedas o warrants. DOS: Contratar operaciones de comercio exterior y realizar todos los actos que sean necesarios para llevarlas a cabo antes de tomarse el esciloprán diario de 20 miligramos y de pensar en la pochera del cahuín de lujo. En especial, realizar las gestiones relacionadas con importaciones, tanto ante instituciones bancarias, como aduanas, burreros bolivianos o ante cualquier otra autoridad. Sin que la enumeración sea taxativa, actuando en la forma indicada, y después de mostrarle el miembro viril a una de sus amantes por el chat, estará facultado para girar, masticar su rabia, retirar y endosar documentos de embarque, comerse los mocos, mentir, mentir y mentir, presentar y firmar declaraciones falsas, juradas o simples de importación, solicitudes, cartas explicativas y cualquier documentación exigida por el Banco Central de Chile u otras autoridades; solicitar la modificación de las condiciones bajo las cuales una operación ha sido autorizada, moner un gramito de coca y retirar del Banco Central los certificados, devoluciones, cheques y demás documentos que corresponda percibir a la Sociedad, y los suyos afanados; contratar acreditivos en moneda extranjera, llorar del dolor de muelas; y autorizar cargos en cuenta corriente de cualquier operación de comercio exterior. Salir a mear al baño. Para actuar ante el Banco Central de Chile se entenderá vigente mientras no le sea notificada su revocación a dicho Banco por ministro de fe, salvo que ese Banco tome nota de la misma por cualquier otro medio. TRES: Tramitar pólizas de embarque o transbordo, cagarse al del lado, extender, endosar, o firmar conocimientos, manifiestos, recibos, pases libres, guías de libre tránsito, pagarés u órdenes de entrega de aduana o de intercambio de mercaderías o productos, rascarse el poto y en general, toda clase de operaciones aduaneras y trucos, juegos y/o manifestaciones de índole sexual camuflada.

Antes de que su cabeza reventara y después que el migranol sin agua le cayera por el güergüero, las puertas del cajón se abrieron frente a sus fauces. El hombre las empinó hasta el auto. Humo de cigarro en ese corto trayecto; agua por todos lados; vacío y cansancio.
…………..

Cuatro puntazos de coca en cada semáforo en rojo que se encontró de vuelta a casa, bien entradita la noche. Mucha lluvia. El hombre bebió ron. Cuatro vasos antes de emprender el regreso definitivo. Cantó canciones en un karaoke de Bellavista, en el Back Stage de la plaza. Besó con lengua a algunas rubias del mesón, a las más jaladas. Quesadillas, aceitunas y papas fritas por doquier. Meó cinco veces y en cada una de ellas pensó en su mujer. Mandó a comprar cigarros a un garzón. Después huyó del lugar poniendo con ello término al degüello y la pelea a estoques entre sus ángeles y los demonios a quiénes caía en gracia. Otra vez perfume para disimular sus vergüenzas y en la radio Allegro Non Molto – Invierno – Vivaldi.
…………..

Hombre es el que tiene. Él era todo un hombre.
……….

El hombre llegó a su casa y de inmediato pensó en sentirse mal del estómago para esquivarse de los deseos de su mujer. No fue necesario porque ella gemía en la pieza del fondo. El llanto amargo de ella rebotó en las paredes. Pensó en ir a consolarla y llorar en su regazo, pedirle perdón, pero se detuvo, porque al día siguiente había que: CINCO: Declarar, hacer liquidar, pagar y reclamar impuestos, cotizaciones previsionales, imposiciones o gravámenes de cualquier naturaleza y percibir restituciones. SEIS: Zumbarle la concha a la Juanita del tercer piso; retirar del Correo, del Telégrafo o de instituciones similares la correspondencia ordinaria o certificada, los giros y encomiendas dirigidos a la Sociedad, abrir los correos eróticos y percibir los valores; lavarse tres veces la sangre de las manos; enviar correspondencia y carga por medio del correo o de cualquier medio de transporte. SIETE: Representar a la Sociedad sin restricciones ante Dios y el Diablo y en general ante todos los organismos públicos, políticos o administrativos, municipalidades, empresas fiscales o en las que el Estado tenga participación, Contraloría General de la República, Banco Central de Chile, Servicio de Impuestos Internos, Tesorería General de la República, ministerios, en especial, el Ministerio de Obras Públicas. OCHO: Celebrar contratos de transporte, fletamento, de cambio, para constituir a la sociedad en agente, representante, comisionista, distribuidora o concesionaria, o para que ésta las constituya. NUEVE: Comprar 10 gramitos más; celebrar contratos de seguro, pudiendo acordar primas, fijar riesgos, plazos y demás condiciones, cobrar pólizas, endosarlas y cancelarlas, y aprobar e impugnar liquidaciones de siniestros. DIEZ: Solicitar para la sociedad concesiones administrativas de cualquier clase, naturaleza u objeto. Coimear, evadir y eludir ONCE: Celebrar cualquier otro contrato, nominado o no. En los contratos que la sociedad suscriba, el hombre queda facultado para convenir toda clase de pactos y estipulaciones, estén o no contemplados especialmente por las leyes, y sean de su esencia, de su naturaleza o meramente accidentales, fijar precios, intereses, rentas, honorarios, remuneraciones, reajustes, indemnizaciones, plazos, condiciones, deberes y deslindes…

Por eso, y para evitar contratiempos el hombre se quitó la ropa sin subir al dormitorio del segundo piso. Tanto grito de la sufrida le erectaron de una vez por todas, el falo. Esta vez eso sí, era una calentura distinta, con finos tintes de ira y un halo de sometimiento voluntario. Esta vez era un quiebre. El hombre se cobijó en la ducha.

Texto agregado el 06-03-2007, y leído por 570 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
09-08-2009 Lo leí en voz alta y quedé extenuado. Al leerlo creo que me "puse" el personaje (el oficio de actor siempre acecha). A la mitad hubiese necesitado unos gramos para llegar entero al final. Estupendo relato. Tremendo personaje. Terrible. Lamentablemente son los que manejan el mundo. Minuciosa fotografía del terror. Las descripciones de ascensor y ducha son extraordinarias. Mis felicitaciones. Tarambana
19-05-2007 Vaya tu prosa fluye y fluye bien. Apenas te stoy comenzanso a leer, y asì de golpe me recordaste a Bukowski. Buena narraciòn. Jazzista
02-04-2007 Lo encuentro genial, muy bien contado, seguir a ese hombre, escuchar su pensamiento durante todo un día es agotador, y también muy instructivo, nunca me había imaginado lo que puede ser la vida de un hombre como ese, que vive a 120% a costa de coca y excitantes, calmantes, etc. También me fui al diccionario para entender el título, denota muy bien ese tratar de limpiarse constantemente de sus pecados, para poder seguir corriendo en su vida sin sentido. Mis aplausos y mi admiración. loretopaz
22-03-2007 Mmm... este hombre y su gran descontento. Es un texto que aplasta, llega un punto en que se mezcla la rabia y la impotencia. Ese desgano por vivir, como si estuviera en una jaula y la llave la tuviese el león. Me llama la atención que su desahogo pasa por la cantidad de semen que va virtiéndo a través del día y no quisiera llegar a la confirmación de que los hombres no pueden pensar si no es con el falo en las manos, no quisiera pensar. Si esto se transforma en una regla general, nos chingamos. Pondré más atención en los tiempos de la ducha, tal vez se transforme en un bue medidor del tamaño de los pecados, ja!. Odio a tu personaje, pero el texto logra lo que quiere. Un besote y mis estrellas. anemona_
12-03-2007 ¡¡Donde quedo la llegada a casa y las zapatillas de paño!!... Es genial, expresas de tal forma que se llega a odiar y al mismo tiempo tenerle lástima a el protagonista de tu texto. Un beso de una jaenera. currilla
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