Con tu puedo... Cap 10
Fernando Gómez

Nació en la segunda mitad del siglo IXX y vino a ver la luz en la provincia de Aconcagua. Hijo de un catador minero, desde su niñez se acostumbró a mirar las piedras que su padre bajaba de los cerros y que luego las llevaba a los laboratorios para conocer las leyes de los minerales.

Su padre no aceptó que se fuese con él de lleno a la cordillera, así que lo envió a la escuela y luego a estudiar minería. Pasado los veinte se convirtió en ingeniero, logrando además casarse con una niña de la alta sociedad de la provincia, con ella tuvo dos hijas. A inicios del siglo IXX, logró hacerse de la concesión de explotación de una Oficina en la Pampa del Tamarugal, se asoció con unos ingleses y ahora es socio y administrador de la Oficina. Es Don Fernando Gómez, Administrador de la Oficina.

Desde niño recibió la educación dual, por una parte de sus maestros en las escuelas. Por las que pasó y por otro las que recibió del padre. Que fueron las que más aprendió y que jamás ha dejado de practicar.
Que los chilenos son flojos y faltos de iniciativa, cada vez que algún minero encuentra un buen filón ¿Qué hace? Pues vende la mina y la vende en una chaucha, miren al Juan Godoy, encontró la mina de plata más rica que ha habido en el país y ¿Qué hizo? La cambió por un traje, algo de plata y vino. Le hicieron un monumento, monumento a la estupidez debiera decir, los que se enriquecieron le levantaron la estatua y claro ¿cómo no? Con todo lo que ganaron, les sobra para pavimentar de plata casi todo el país. Obreros, sólo sirven para que trabajen para uno, para ser obreros, para explotarlos y de cuando en vez mostrarle la fuerza, hay ocasiones en que no valen las razones, y si es necesario hay que recurrir a los gobiernos, estos siempre estarán con los dueños del capital, al final, son los que los eligen.

¡Cuánta razón tenía mi viejo! Cuando en la pampa se colocaron odiosos el gobierno de Montt envió al General Silva que los puso a raya en tres minutos, que murieron varias centenas. ¿Y qué? Hay ocasiones en que es necesario que haya muerte. Luego en un par de meses las Oficinas estaban llenas con nuevos mineros, llegó gente de todo el país y también de los países vecinos.

No es que el administrador piense que todo debe resolverse a balazos, si bien es partidario de usar la fuerza y la utiliza a discreción en sus dominios. No le tiembla la mano para colocar en el cepo a los que se alzan un poquito, o que alguna vez haya utilizado más de una bala para zanjar asuntos molestos. Sabe que el instante que vive no es para usar violencia alguna.

Estudioso de los economistas de la época, se define malthusiano. Entiende a Marx a la perfección – porque lo ha estudiado - cuando este habla de la plusvalía la entiende a la perfección, la conoce mejor que el propio filósofo alemán. Siempre anda a la búsqueda de métodos que incrementen la explotación para aumentar sus ganancias. Su Oficina es un feudo y él tiene todos los derechos de señor feudal, si anda mal la venta del mineral al exterior busca por el lado de la pulpería, establece castigos en dinero, manipula la conversión de la libra en pesos, nada se le escapa.

Su hija mayor se casa con el hijo de uno de sus socios principales, socio inglés, un enlace que le conviene a sus pretensiones de expansión.
Esta cuestión del casorio de su hija le preocupa, más que por la fiesta en sí porque se junta con un alza en las ventas, el acontecimiento se interpondrá en la producción. Será una fiesta de varios días, viene mucha gente, hay que buscar la mejor manera que no se mezclen las cosas, a los trabajadores en esos días hay que entregarles también su parte y eso será cerveza y vino y algo de comida.

¿Los trabajadores? Son y han sido siempre un factor que le ocupa demasiado tiempo en su pensar, un factor muy inestable que puede cambiar en cualquier segundo y por la mas mínima chispa. Son como pasto seco, se puede incendiar en un minuto. En la Oficina se huelen aires nuevos. Malo fue que Alberto ex presidente de la Filarmónica se haya ido. Le ofrecí hasta duplicarle el salario y mayor porcentaje en dinero chileno, no me aceptó y eligen al Alamiro, un perfecto desconocido para mí, de inteligencia superior al común y este huevón del Ramiro se coloca a discutir por el sombrero ¡Imbecil! Si no fuese por la cantidad de cosas que ha realizado para mí, lo mando cantando con una patada en el culo, lo menos que le debo pedir al jefe de los guardias es inteligencia, y este es un bruto. Alamiro aprovecha los instantes, se sabe querido por la gente, ese maldito accidente lo hizo subir. ¿Quién lo maneja?, ¿Esos mugrientos ácratas qué quieren hacer volar mi Oficina? - A esos los colocaré en cintura primero -, ¿O serán los socalistas encabezados por ese Recabarren? Qué hizo de Iquique su cuartel general, esos algo aprendieron con la Escuela Santa María.

El pájaro que tengo entre los trabajadoresí no ha podido saber quién le maneja. ¿Quizá sea un solitario? Si es así, lo deben estar buscando los unos y los otros. ¿Y por qué yo no? Debe ser como con los caballos, látigo y terrón de azúcar, vamos a tantear el terreno con ese Alamiro le ofreceremos un buen terrón de azúcar.
¿La plaza? Me habló de una plaza, es cierto en otras Oficinas han hecho. Si la pide como Filarmónica creará ilusión y eso es malo por estos días. ¿Qué pierdo con una plaza? Algo para conversarlo con la almohada ya que si se lo pregunto a mi mujer, esta me va ha hablar del vestido de la hija y de ella, que se lo mande a comprar a París, que traiga los mejores chef desde la capital o sino desde Francia o que se yo.
¿Mi niña Fernanda? Ella solo quiere irse de luna de miel a Europa o correr en el caballo que le compré para el último cumpleaños.
¿Alamiro? Es la gran duda.

—¡Ramiro!
—Mande, señor

—Pasa y siéntate.
—Gracias.

—Mira, si no llevaras tantos años conmigo te echo cagando de la Oficina.
—¿Por qué, señor?

—Por huevón.
—No entiendo señor – La cabeza de Ramiro esta gacha, sus ojos miran el suelo y su voz se hace débil a medida que el patrón le increpa, por algo que nunca antes había dicho nada.

—El Alamiro, huevón, es el Presidente de esa tontera de Filarmónica y no lleva un año en la Oficina ¿No te dice nada eso?
—No, señor, sólo que es un minero más y luego lo voy a colocar en el cepo, o le doy un par de latigazos. Ese me las pagará. – alza la voz al ver una posibilidad de desquite

—La vida te dio fuerza y pelotas, allí se te fue la inteligencia. A ese Alamiro no me lo tocas con nada ¡Oíste!
—Sí, señor, pero a otros que han sido atrevidos lo he tenido al sol por días.

—Otros, tú lo dijiste. Este Alamiro, no es otro, quiero saber todo lo que hace, con quien conversa, de quien está enamorado o quien es su amante y si es casada quien es el marido de ella. Sobre todo, quiero saber lo que habla en la Filarmónica, mira que tiene ideas raras. Quiero saber quienes son SUS AMIGOS. Si se junta con alguno del grupo de los anarquistas. En las tardes cuando terminen las faenas quiero que tú y tus perros de la guardia recorran el rajo para ver si esconde explosivo, es el que mejor maneja la pólvora, me lo dijo Eloy.
Si hay que pagar otro sapo, que se pague, pero quiero a alguien que esté dentro d ela Filarmónica y si es del grupo de teatro te doy un aguinaldo contundente.
Con Eloy y su gente tampoco quiero te metas, si necesito algo, mandas a alguien ha hacer lo que te pida, ¡Tú no! ¿Quedó claro?.
—Sí, señor.

—A ver veamos. ¿Qué sabes de Alamiro?
—Llegó en el último enganche del Francisco Javier, es del interior de Ovalle, venían cinco, dos se fueron de la Oficina, con los otros dos sigue en la misma pieza.

—Que le den casa para él solo, casa, ¡No pieza! ¿Hay alguna disponible?
—No sé, señor.

—Luego le preguntas al encargado y si no hay que se repare la primera que se desocupe.
—Muy bien, señor

—¿Sus amigos, quienes son y que se sabe de ellos?
—El Facundo es el más cercano, ah, y Arsenio le ha enseña a leer, mira a la hija del maestro José Manuel que también llegó en el mismo enganche, son de Illapel, no se conocían desde antes. José es buen trabajador, buen carpintero y no se mete con nadie.

—El Facundo es de los anarquistas. Con Arsenio voy a conversar yo y busca el instante de que el Facundo vuele como paloma ¿Claro?
—Sí, señor.

—Ya veremos con ese Alamiro. ¿Las putas, cuando van a venir?
—En un par de semanas, señor.

—Manda a alguien a Iquique y que se vengan antes, no las quiero cerca del casamiento, ni lejos de hoy.
Qué en la pulpería se comience a vender vino, vamos a terminar con la ley seca, que sea como regalito de carnaval. Te insisto, no te quiero cerca de Alamiro y si sé que andas rondando te coloco a ti en el cepo y después te mando cagando de acá. ¡Está claro!
Sí, señor

Curiche.
Marzo 6, 2007