Delgada y suave la tela que envolvía al apoyo de su sien. Bajo la atemperada colcha reposaba su cuerpo agotado de un día insano, lleno de estrés y frenéticas situaciones de cólera. Estaba a sólo segundos de conseguir su más ansiado deseo del día, dormir.
La ventana había quedado abierta, y mientras que afuera llovía, el viento tomaba aliento, haciendo que las azuladas cortinas empujen las ventanas contra el anaquel, causando un estridente golpeteo. El perseguidor del sueño no podía concebirlo, no tenía deseos de levantarse a cerrarla, pero ya había tenido bastante con el banco como para aguantar algo de fácil solución, tomó un paraguas que se encontraba cerca de la cama y cerró así las ventanas. El silencio se había apoderado del cuarto, pero sólo por un momento, la presión del aire que ejerció en la anterior acción, abrió por inercia la puerta de entrada a la habitación, en ese momento ocurrió, una puerta se cerró en el piso de abajo, eso alertó al banquero, y lo dejó pasmado del miedo, entonces reconoció la circunstancia, era inconcebible, como podía pasarle a él, justo a él, que había tenido el peor día de su vida, no podía tolerarlo.
La muerte azuzaba a la noche para que acabara con sus restos vitales, y así hizo su entrada, por la puerta de su cuarto, el sonido de su victimador, los pasos del asedio mortal, que lentamente aumentaron en volumen, paso a paso se acercaron, y aunque lo escuchaba lejos, él sabía que lo precipitaría a tomar la peor de todas las decisiones; no esperaría el final recostado en su cama, por más fatigado y cansado que se encuentre, no si podía defenderse.
Sus ojos vieron pasar de forma fugaz, su asquerosa vida, a cada instante que el viento adhirió sabor a su tormento, el cual no se había dado por vencido, y en rabioso acto, reabrió las ventanas, esta vez causando verdadero estrépito, con tal ruido que el paso a paso de su mordaz intruso había perdido recepción auditiva, no lo pensó más, y saltó de la cama. Otras puertas comenzaron a golpearse en cuartos inferiores, pero al sofisticado oficinista solo le acribillaba un sonido en la cabeza, y era el de la muerte, el repiqueteo chirriante que no descansaría hasta acabar con su cometido, o hasta que él mismo acabe con el impertinente problema. Tomó su bata poniéndosela veloz, abrió el cajón inferior de la gaveta, metió su mano y poniéndola sobre la solución, sacó del cabo al brillante acero defensor de su subsistencia, así salió de su cuarto empuñándolo con total seguridad.
La tormenta desatada causaba leves bajas de tensión, sin permitir una luz constante, más bien al contrario, era como una fluctuación desesperante que simulaba un nervioso parpadear, y entre relámpagos que iluminaban por momentos los pasillos, se desplazaba sin titubear el oficinista amenazado, se encontrarían frente a frente, él lo sabía, pero había tomado una decisión, y no volvería hacia atrás, habían irrumpido su morada contra toda ley que protege el bienestar de cada individuo, por eso se defendería, contra la injuria de un insubordinado sicario. Podía oír su propio latir, que se sumaban a los pasos cada vez más cercanos, su respiración se tornó irregular; bajó los escalones sin mirar siquiera, y aun más fuerte el asesino se manifestaba a corta distancia, la lluvia tempestuosa había humedecido las paredes enfriando la sala, congelando el deseo de seguir, pero la angustia estaba por terminar, el momento había llegado, se encontrarían y uno de los dos saldría victorioso, el oficinista agobiado, o el incesante asesino del silencio. Se acercó a la última puerta, la tomó sin rodeos, mientras que los eterno pasos deslizantes no se detenían hacia la misma puerta entreabierta, el banquero la terminó de abrir rápidamente, sosteniendo en alto el acero de la llave Stylson, con la que se precipitó contra su agresor, encajó la llave justo en el cuello del invasor de su tranquilidad, estrangulándolo con un par de vueltas. Por fin podría dormir, el silencio no era completo, pero al menos ese ruido infernal no seguiría con sus pasos fatales, el golpeteo en el lavamanos acabó, ya no caería una gota más de ese grifo maldito.
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