Buscando un reflejo
Clara hundió la cabeza en la almohada como queriendo escapar al nuevo día.
Suspiro; y en ese suspiro se sostenían todos los terrores del mundo.
Tiró la almohada contra el espejo y se levantó dando un salto y frotándose los ojos.
Clara era así; pasaba de la tristeza a la alegría con la facilidad de un niño que cambia sus juguetes. Miró un rato largo su reflejo, se busco dentro de aquellos ojos, como una antigua Condesa que nunca comprendió, que nunca dejó de buscarse, y nunca sé encontró dentro de aquel espejo diseñado a medida.
Clara se preguntaba como encontrar el caminó del equilibrio, un camino menos sinuoso en donde hallar la cordura necesaria para no enloquecer.
Sonidos del pasado le golpeaban el corazón cada mañana; entonces los pies le pesaban, y caminaba para atrás. En las noches podía sentir con toda su sangre, que alguien en la distancia estaba volando con sus brazos.
Clara y su imposibilidad de olvidar.
La contradicción era un asunto de familia; el padre de Clara tenía la manía que muchos llaman deporte, de pescar y cazar; Clara tenía seis años cuando su padre trajo a la casa una liebre herida; y luego fueron mulas, teros, cualquier gato perdido o perro enfermo, todo bicho iba irremediablemente a parar a la casa de Clara, fue entonces cuando empezó la confusión. (¿Los cazaba para luego curarlos? )(Evidentemente las contradicciones eran asunto de familia).
Clara le temía a la noche; no podía entregarse al plácido descanso nocturno. Un extraño ser se había apoderado de ella, un ser sin rostro, con manos y cuerpo invisible, pero con una energía inagotable; él la poseía, sus brazos eran fuertes, Clara no podía moverse y ante la imposibilidad de despertar, optó por no dormir.
Una noche del último verano, sintió que la acariciaban, manos enfurecidas recorrían su cuerpo pequeño, ya no eran dos las manos, eran muchas, su cuerpo se llenó de manos y de caricias invisibles, su piel ardía de deseo, su carne estaba siendo penetrada con la fuerza más avasallante que su inocencia podía imaginar. Cuanto más quería
alejarse era sujetaba con más fuerza. Esa criatura sin rostro con la fuerza de todos los mares embravecidos la quemaba.
Cuando por fin pudo levantarse de la cama vio
a un ser escondido detrás de un mueble, desnuda y con una mezcla de dolor y placer no pudo distinguir en la semioscuridad de aquella habitación, que esa criatura monstruosamente impura; era ella.
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