Me pregunté hace unos días cuán lejos estaba de ciertas posiciones “superiores” de la sociedad. La pregunta tenía que ver con una frase que escuché hace un par de años.
“La pobreza es llegar tarde a las conversaciones que inventan el mundo…”, incluso hay quienes ni siquiera las ven pasar.
No es que esté preocupado por mi pobreza. Pero sí de la pobreza de los demás, o precariedad, falta de oportunidades, de eso sí me preocupo.
Bien, estoy a dos llamadas, por ejemplo, del Presidente de Chile. Eso no significa que vaya a hacer lo que yo le pida, ni siquiera que me vaya a recibir o escuchar, pero en teoría, yo llamo a mi amigo y él que es amigo de Lagos, podría eventualmente ponernos frente a frente.
¿A cuántas llamadas estarán los demás?. Esto es lo que me despierta el deseo de escribir mi opinión respecto al “pituto” (contactos influyentes), tan impopular en Chile.
Mi perspectiva será decididamente inclinada hacia el “cultivo del pituto”, porque, señor lector, antes de que yo tuviera este “acceso” a las líneas de poder en Chile, vivía encerrado en la interpretación resentida del pituto.
Quiero aclarar, brevemente, que no sólo hablo del dinero, la fama, las prerrogativas, hablo del arte, de la cultura, de los amigos, etc.
Señores, yo cultivo el pituto en vez de envidiarlo, rechazarlo o renegar de él.
Mi interpretación de pituto, es “generar una identidad llena de compromisos cumplidos, de competencias, de generosidad, de amistad, habilidades, de promesas cuidadas, etc.”
Hoy me gano la vida, porque siempre hay alguien que ha aprendido a confiar en mí, tengo amigos, accedo a cultura, a conversaciones que crean mundos (no el planeta, pero al menos mi entorno).
Hago lo que me gusta, porque hay gente en esta misma comunidad de cuenteros que confían en mí, que ven valor en lo que hago, o al menos, autenticidad en ello.
Entonces, sí, el pituto sólo por ser hijo de un señor con nombre de vino (la alta alcurnia en Chile), por eso y nada más, es el que tenemos, si señor, moralistamente, que destruir.
Un país de pituteros “rascas” (de baja categoría), no crece, y no crece ni en PGB, ni a escala humana…
Todos aquellos que pululan en las oficinas, en las fábricas, en el arte de medio pelo, forzado y de moda, los que discriman, los que no respetan a los demás, todos esos, ¡Denunciémoslos!. Hagamos ilegal el pituto rasca.
Cultivar el pituto, es concentrarse en hacer las cosas con respeto, cuidando nuestras promesas, cultivando relaciones con seres humanos, no de manera utilitarista, sino de manera pragmática, en el mejor sentido de la manoseada palabrita.
Soy un columnista optimista (me concedo la cacofonía, gracias), por eso puedo creer que cada uno de nosotros, sin importar de donde vengamos, podemos construir una red que nos permita, no tener más, solamente, sino, desplegar el camino de tener la igualdad de oportunidades, para mí, para mi prójimo.
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